El Coliseo acoge el vía crucis, «la oración de los que se mueven»
Aunque el Papa Francisco no ha estado presente, sí ha elaborado las 14 meditaciones, en las que habla sobre «una economía divina» y resalta las figuras femeninas de la vida de Jesús
Bajo la atenta mirada del Coliseo romano y con la presencia de 20.000 fieles, un año más se ha vuelto a celebrar el tradicional Vía crucis en la noche del Viernes Santo. Esta vez sin la presencia del Papa Francisco, que sí ha preparado las meditaciones para este evento presidido por el cardenal Baldo Reina, vicario general para la diócesis de Roma.
En estas reflexiones, el Pontífice invita a mirar más allá de nosotros mismos, por ejemplo, en el plano económico. «La economía de Dios, no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra», señala Francisco en la tercera estación. Se trata de lo que Francisco califica como «una economía divina», tan distinta a la que actualmente rige nuestro mundo y tan alejada «de cálculos y algoritmos, de lógica fría e intereses implacables».
Además, en la introducción a las 14 meditaciones, el Santo Padre recuerda que el calvario pasa por nuestras calles todos los días y que, en una de esas ocasiones, «puede ocurrir que nos encontremos con tu rostro, que nos crucemos con tu mirada». En ese momento es cuando debemos decidir si continuar como si no hubiera pasado nada o, por el contrario, darnos la vuelta, mirarte y seguirte. «Tus ojos nos leen el corazón», ha afirmado.
«El Vía crucis es la oración de los que se mueven, interrumpe nuestros caminos habituales», afirma el Papa. De alguna manera, nos interpela, nos llama a la conversión y, cuando vemos al Señor clavado en la cruz, «nos muestra que en toda circunstancia hay una elección que hacer». Hoy en día, «necesitamos a alguien que a veces nos detenga», admite el Pontífice, «y que ponga sobre nuestros hombros algún trozo de realidad que simplemente hay que cargar», haciendo alusión al cirineo que ayudó a Jesús a cargar con la cruz.
La Verónica o María son algunas figuras femeninas que Francisco pone de relieve en sus reflexiones. En el caso de la madre de Jesús, el Papa la denomina como «la primera discípula», que no renuncia, sino que «hace sitio a la novedad de Dios». Sobre la Verónica, ha resaltado que «enjuga amorosamente el rostro de Jesús, invitándonos a mirar ese rostro en el que se lee claramente la decisión de amarnos hasta el último suspiro».