El centro de la misión - Alfa y Omega

Durante la homilía de Pentecostés el Papa ha dicho que este «es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo, es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización». Francisco no dice que el paganismo no esté hoy presente en el mundo, ni que la secularización no sea un drama. Podemos encontrar en sus intervenciones más recientes críticas profundas y certeras a dichos fenómenos, por ejemplo, en su discurso a los Estados Generales de la Natalidad en Italia. Lo que quiere acentuar es que la prioridad para la Iglesia es testimoniar la novedad inesperada (hoy más que nunca) de la fe cristiana, a través de la alegría y de la libertad que manifiestan quienes la viven. Naturalmente, ese testimonio implica también un juicio ético y cultural sobre el momento histórico, más o menos explícito según las oportunidades.

Lo dice Francisco ahora, pero lo dijeron antes Benedicto XVI y san Juan Pablo II: es el testimonio de la misericordia, que solo puede ser fruto del encuentro con Cristo y del don de su Espíritu, lo que puede hacer cambiar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, empezando por nosotros mismos. Por eso dice Francisco que «es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas». No es que las normas no sean necesarias, hace pocos días lo ha demostrado y argumentado el Papa al publicar una amplia reforma de las penas en el Código de Derecho Canónico.

Lo que Francisco quiere indicar, de nuevo, es una cuestión de prioridades; más aún, trata de explicar la estructura profunda del hecho cristiano y de su historia en el mundo. La Iglesia necesita reglas y normas, pero únicamente se podrán reconocer y seguir, con claridad y decisión, dentro del abrazo de una misericordia que nos salva.

En definitiva, el extravío de la razón y de la libertad humanas solo se sana mediante el encuentro con Cristo presente. Los discursos y las normas, que forman parte imprescindible del fenómeno histórico de la Iglesia, son útiles si nacen de ese encuentro y lo secundan.