Uno de los primeros discursos de León XIV ha sido dedicado a los miembros de la Fundación Centesimus Annus pro Pontífice, el sábado 18 de mayo. El Santo Padre no solo se mostró extraordinariamente generoso con su tiempo en días tan intensos en los albores de su pontificado; quiso dar unas orientaciones de profunda substancia sobre el enfoque de la doctrina social de la Iglesia en el contexto de la actual policrisis política, ambiental, social y tecnológica. Ante situaciones disruptivas como las que conocemos, el Papa afirma: «la doctrina social de la Iglesia está llamada a aportar llaves de interpretación que pongan en diálogo la ciencia y la consciencia, contribuyendo así de manera fundamental al conocimiento, a la esperanza y a la paz».
La palabra «doctrina», nos dice el Santo Padre, a veces se percibe como contraria al diálogo, si nos atenemos a definiciones clásicas del término, que dejan poco espacio a la reflexión, al debate y a la búsqueda de alternativas. Es urgente redescubrir otro sentido de una doctrina fruto de investigación, o sea de «hipótesis, de distintas voces, de avances y fracasos […]. De esta forma, la doctrina no equivale a una opinión, sino a un camino común, coral, e incluso multidisciplinar hacia la verdad».
Frente a «la sacra libertad del respeto a la consciencia —aun cuando esté equivocada—», el Santo Padre afirma contundentemente: «el adoctrinamiento es inmoral». En el contexto de la revolución digital, «es preciso redescubrir el mandato de educar al sentido crítico, explícito y cultivado». En el ruido ambiental de «palabras gritadas […] y de las tesis irracionales de unos pocos prepotentes», es necesario un diálogo en el que sea prioritaria la escucha de los más alejados de los centros de poder y de los pobres.
León XIV invita a «participar activamente y de manera creativa en este ejercicio de discernimiento, contribuyendo a desarrollar la doctrina social de la Iglesia junto al pueblo de Dios». Para ello es preciso escuchar y dialogar con todos, respondiendo a un profundo deseo de espiritualidad, especialmente por parte de los jóvenes: «hay una creciente demanda de doctrina social de la Iglesia a la que debemos responder».
Con este potente aliento del Santo Padre al trabajo de los muchos organismos y centros católicos en el mundo, dedicados a la reflexión sobre el bien común social, se concluía la conferencia anual de la Fundación Centesimus Annus, que reunió a 300 profesionales, directivos, sindicalistas e investigadores de todos los continentes para intercambiar sobre «el liderazgo responsable, el diálogo y la cooperación en un mundo polarizado». Después de varios testimonios de liderazgo multilateral, entre ellos los de Rebeca Grynspan —Costa Rica, secretaria general de UNCTAD— y Nadia Calviño —exministra española, presidenta del Banco Europeo de Inversiones—, la conferencia examinó en grupos de trabajo, siguiendo el «método sinodal», las problemáticas propias de África, Asia, América Latina y el Occidente desarrollado. Como era de esperar, se constató que la polarización, la que invade hasta el ámbito familiar, no está ausente de la propia Iglesia y también se percibe en cualquier encuentro internacional como este. Las grietas geopolíticas influyen el discurso de unos y otros. La presencia en la conferencia de varios distinguidos miembros del Sínodo —entre ellos el cardenal Spengler, de Porto Alegre, presidente del CELAM; el cardenal Aveline, presidente de la Conferencia Episcopal Francesa; la subsecretaria del Sínodo Sr. Nathalie Becquart— fue determinante para ilustrar la riqueza de la escucha recíproca entre personas procedentes de ambientes tan distintos, y la esperanza que puede aportar un impulso renovado del diálogo social frente a la superficialidad, las divisiones y a los extremismos.