30 años, otra era - Alfa y Omega

En 1991, con la encíclica Centesimus annus del santo Papa Juan Pablo II, el magisterio social de la Iglesia tocó tierra. 100 años antes, León XIII ya había puesto el bisturí en la herida de su época, la cuestión obrera. A su vez, el Papa polaco actualiza con lucidez, levanta acta del hundimiento de los regímenes colectivistas europeos (en el que había tenido un papel destacado), reconoce por su nombre la economía de mercado (o economía de empresa) y da por legítimo el beneficio como medida de eficacia en el uso de recursos. Emociona volver a leer ahora esas páginas, en las que se define una ética económica exigente, pero realista, que ha sido nuestra escuela y nuestra guía en todos estos años: el diálogo social, el espíritu emprendedor, la empresa como sociedad de capitales y de personas, la responsabilidad social que hace examinar toda inversión como «una opción moral y cultural», la búsqueda de la calidad en los bienes y los riesgos del consumismo. Para muchos, estas ideas han sido faros de la actividad pública y empresarial.

En 2021, sin embargo, esta imagen ideal de la economía social de mercado parece un sueño. La economía ha tomado otros caminos que no tienen marcha atrás. La digitalización, los avances de la automatización, la concentración de las big tech, los equívocos de una comunicación multiforme y desordenada, las amenazas climáticas, el declive demográfico occidental, unas relaciones de trabajo efímeras y sin compromiso…: es otra era. Hacen falta en todo el mundo centros de pensamiento cristiano que se vuelvan a poner sin prejuicios a la escucha de las cosas nuevas y preparen un florecimiento de nuevas iniciativas de humanización, en la línea que define Centesimus annus en su conclusión: «El hombre es el camino de la Iglesia».