Ésta es la historia de una rendición. La mía. Llegaba el crítico a esta función lleno de prejuicios y reservas intelectuales ante una pareja difícilmente encasillable, pero con un público muy definido. Y la verdad es que la primera impresión al llegar al teatro no hizo sino aumentar los parapetos de crítico highbrow con los que iba pertrechado al espectáculo. Tras un primer vistazo al público que se agolpaba en la entrada del teatro, cuya media de edad rondaba los sesenta años, no pude menos que sospechar que estaba ante incondicionales de Noche de fiesta o de Murcia, ¡qué hermosa eres! Y así, con una mezcla de curiosidad y culpa, me acomodé en las butacas de un teatro invadido por un fuerte olor a laca.
Y entonces aparecieron los dos protagonistas del show, Bertín Osborne y Arévalo, acompañados al piano por Franco Castellani. Bertín estaba como siempre, andando por el escenario como por su casa, con esa relajación y naturalidad que Dios le ha dado, luciendo palmito y simpatía. Arévalo tiene más tablas que una carpintería, y lo suyo lo sabe hacer muy bien. Y el público se lo agradece. Entre incorrecciones políticas, chistes sobre mariquitas, reflexiones sobre la crisis, la monarquía , la telebasura y esta España nuestra me sorprendí a mí mismo riéndome culpablemente en más de una ocasión, y de dos, y de tres.
Poco a poco la culpa fue desapareciendo, y empecé a tomármelo de otra forma: estos señores tienen la capacidad de hacerse querer como dos amigos de la familia, a los que conoces desde niño, que se sientan en tu salón a tomarse unas copas. Y ahora recuerdan anécdotas, ahora cuentan chistes, ahora cantan una canción o imitan a quien haya que imitar, con mucha caradura, con muy poca vergüenza, animando al resto a cantar villancicos o a bromear con ellos. Y empiezas a sentir esa sensación de olvidarte de todo. Así que te pones cómodo en tu sillón para festejar la amistad y la convivencia con dos compadres y les sacas unas cervezas más del frigorífico, preparándote para una noche que seguro será larga.
Y llegué a mi casa más contento que unas pascuas. Y hasta me dio la tentación de calificarlos con cuatro estrellas, pero eso sería demasiado para el cuerpo. Más de lo que mi conciencia de crítico me podía permitir. Pero si me los encuentro por la calle, les saludaré como se saludan a dos amigos de toda la vida, y les recordaré aquella noche que nos lo pasamos tan bien en el Teatro Nuevo Apolo, y les invitaré a mi casa a tomar unas copas, y seguro que nos lo volveríamos a pasar fenomenal.
★★★☆☆
Teatro Nuevo Apolo
Plaza de Tirso de Molina, 1
Tirso de Molina
OBRA FINALIZADA