Director de Cáritas Jerusalén: «Las calles están desiertas y los niños traumatizados»
Anton Asfar relata cómo la entidad suspendió su labor el primer día del conflicto entre Israel e Irán pero la han ido retomando desde entonces, a pesar de obstáculos como los ataques de este mismo jueves o los cada vez más numerosos cortes de carreteras en Cisjordania
Como tantas otras familias estos días en Israel, Anton Asfar, su mujer y sus hijos se despertaron en la mañana de este jueves bajo un nuevo e intenso ataque de Irán. «Mientras estaba con mis hijos en el refugio, pensaba en toda esa gente que no tiene uno. La situación realmente está empezando a ser peligrosa», comparte con Alfa y Omega.
Después de ponerse a salvo, lo primero que hizo el director de Cáritas Jerusalén fue contactar con su equipo para «retrasar» su trabajo; una medida que ha afectado a «muchas de nuestras operaciones» en los tres lugares donde operan: Gaza, Cisjordania y Jerusalén. Aun así, se resiste a afirmar que han suspendido su labor. «No podemos decir que no podemos trabajar» porque, pese a todas las dificultades, «hacemos todo lo posible». Saben que sus beneficiarios lo necesitan.
En Jerusalén, «las calles están vacías», relata. No tiene noticias de que la población esté saliendo pero «en la Ciudad Vieja solo pueden entrar los residentes. Los movimientos en general están muy restringidos y no está permitido que abran las tiendas». Además, en esa zona apenas hay refugios antibombardeos y los que hay son «muy viejos».
Los niños de las familias que atienden «están traumatizados». Además, se han quedado sin apoyo que pueda aliviar emocionalmente la situación. «No se permiten las reuniones, así que no podemos llevar a cabo los programas de ayuda psicosocial ni los campamentos de verano. ¿Quién se va a ocupar de los niños de las personas que sí pueden trabajar?», se pregunta. Lo que sí puede hacer Cáritas todavía es asistir a las personas que necesitan ayuda como alimentos o medicinas.
Diez centros médicos en Gaza
Desde el pasado viernes están reevaluando continuamente si seguir trabajando y cómo. La tarde del 13, «cuando empezó la guerra, suspendimos todo nuestro trabajo» para preservar «la seguridad de nuestros trabajadores sobre el terreno». Con todo, al día siguiente retomaron su labor con los puestos de atención médica en Gaza. Es el lugar donde las circunstancias menos invitaban a ello porque «es muy peligroso operar, se ha convertido en una auténtica zona sin ley».
Pero también es donde más falta hace. «La situación es catastrófica». Hay una grave escasez de medicamentos, alimentos e incluso agua potable. También de combustible, «que necesitamos para los generadores de los puestos médicos», explica. «Trajimos todo el equipo posible durante el reciente alto el fuego, pero ahora se nos está acabando».
Por otro lado, los bombardeos han agravado aún más la situación en Cisjordania. «Hay puestos de control por todas partes y los pueblos están aislados de las ciudades». En consecuencia, «mucha gente está sufriendo porque no pueden ganarse su salario». Calcula que unas 200.000 personas están desempleados en Cisjordania.
Esto implica que también sus equipos tienen grandes dificultades para desplazarse hasta donde tienen proyectos. «No es nada fácil llegar a Ramala o Belén», por ejemplo. Y «en Yenín la situación es terrible. Ha empeorado mucho, hacen mucha falta suministros».