Día del Seminario 2015: Dios sigue llamando… y cada año a más
Crece el número de seminaristas en España y lo hace por cuarto año consecutivo. Se consolida el crecimiento, pero todavía estamos lejos de los grandes datos del pasado. ¿Qué se puede hacer? «Rezar, testimoniar la alegría del Evangelio y proponer la vocación específica», explican desde los seminarios españoles
En su Carta pastoral con motivo del Día del Seminario, que la Iglesia celebra hoy 19 de marzo, y el domingo 22, en torno a la figura de san José, monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, aseguraba que «cada vocación [al sacerdocio] es como un milagro de Dios». Pues bien, en España hay 1.357 milagros que se forman para ser sacerdotes. Y lo que es más importante todavía, el número de milagros ha subido un año más, y ya es el cuarto año consecutivo que lo hace. Se consolida la tendencia al alza de los años anteriores. El número de seminaristas empezó a aumentar en 2011-2012, cuando había 1.278. Un año después, la cifra creció hasta situarse en 1.307. El año pasado, curso 2013-2014, había 1.321. Según los datos, el aumento supone un 2,7 % respecto del año anterior y un 6 % de incremento total en estos cuatro años.
Uno de esos milagros es Juan Pérez Die, seminarista de cuarto curso de Valencia, que se sabe llamado e intervenido por Dios «porque, si no, no hubiera podido decir que Sí. Que yo haga las cosas propias de mi vocación es una señal clara de que esto es de Dios», explica Juan. Como él, otros 1.356 jóvenes, en España, han decidido decirle que Sí a Cristo. Y lo han hecho en un mundo que parece invitar a lo contrario. «Hay mucha gente que viene a esta casa que han vivido todo tipo de experiencias previas y, en el fondo, se manifiesta un hastío, un cansancio, porque las cosas, el dinero, las experiencias de lo más diversas que propone el mundo, no terminan de satisfacer el corazón del hombre. El corazón del hombre está hecho para Dios. Y sucede que Dios sigue llamando», explica José Antonio Álvarez Sánchez, formador del Seminario Conciliar de Madrid.
Antes del seminario…
El ámbito más propicio para el «descubrimiento y el desarrollo de la vocación sacerdotal es la comunidad cristiana», prosigue José Antonio Álvarez. Donde «hay una comunidad viva, que reza, que sirve la Señor, que anuncia el Evangelio, que busca hacer presente la Buena Noticia», entonces en ella «los fieles pueden reconocer y escuchar la llamada de Dios», añade. Y esa comunidad cristiana «se da en primer lugar en la familia, también se da en el colegio, que puede favorecer la formación y la relación con el Señor, y se da, por supuesto, en las parroquias y en los movimientos y asociaciones. Ahí uno puede reconocer el querer de Dios para su vida».
La tendencia al alza en el número de seminaristas no es sólo un caso circunscrito a España. Se trata de cifras confirmadas a nivel mundial. Según el Anuario Estadístico de la Iglesia, publicado por el Vaticano en el último año, había algo más de 120 mil seminaristas, que realizan estudios superiores (filosofía y teología) para prepararse al sacerdocio.
Si bien, en el año precedente el número era prácticamente igual, los datos muestran un aumento importante, pues en 1985 los seminaristas mayores eran únicamente 85.084. Un fuerte aumento, a pesar de que han sido años caracterizados por una crisis de fe generalizada en países de antiguas raíces cristianas en Occidente.
El mayor aumento en el número de seminaristas se da en Asia, donde, desde 1985, su número se ha multiplicado por dos: de 15.878 se ha pasado a 35.476. El segundo continente en el que más aumentan las vocaciones al sacerdocio es África, donde se ha pasado de 10.025 seminaristas mayores en 1985, a 27.728.
En América Latina había, en 1985, 14.537 seminaristas, cifra que, en 2007, había aumentado hasta los 21.703, pero desde entonces el número de aspirantes al sacerdocio ha disminuido a 19.652.
En Estados Unidos y Canadá, la evolución es curiosa: en 1985 había 8.090 seminaristas mayores; en el año 2007 eran 5.366, mientras que ahora son 6.186.
Es en Europa donde, propiamente, puede hablarse aún de crisis de vocaciones: de 28.610 seminaristas mayores en 1985, se ha pasado a 19.928, con un descenso que ha sido paulatino y continuo.
Importancia del Seminario Menor
El Señor llama en cualquier circunstancia y a cualquier edad. Don Alonso Morata Moya recibió la vocación al sacerdocio antes de los 11 años, pero fue a esa edad en la que se fue al Seminario Menor. Hoy, don Alonso es Director del Secretariado Técnico de la Comisión de Seminarios y universidades de la Conferencia Episcopal Española, y da al Seminario Menor la importancia que merece. «Ha sido la fuente principal de vocaciones en España durante muchos años. Es verdad que, si entrábamos 75 un año, llegábamos sólo 10/12. Allí teníamos las mismas dificultades que los chicos de nuestra edad, pero nosotros estábamos acompañados».
A pesar de que hoy la realidad de muchos Seminarios menores es bien distinta, hay diócesis que siguen viendo en el Menor una fuente importante de vocaciones. En Orense, la mitad de los seminaristas mayores proceden del Menor. «El Seminario Menor se ha conservado como tal durante muchísimos años. Ha sido una preocupación de todos los obispos», asegura José Ángel Feijoo, Rector del Seminario Mayor de Orense. «También el Mayor se ha cuidado muchísimo. Se ha cuidado y formado muy bien a los profesores. Hay una gran identificación del clero diocesano con el Seminario», añade Feijoo. Entre ambos, la diócesis gallega cuenta con un elevado número de seminaristas (23 en el Mayor y 70 en el Menor). Es más, el número de seminaristas mayores de Orense ha sido uno de los que más ha crecido en toda España. ¿El secreto? Está «en la preocupación del obispo por cuidar del Seminario como corazón de la diócesis. Eso ha ido calando en el clero, y el clero está muy muy cercano al Seminario. Aquí es normal que en cualquier ordenación esté representado el 60 % del clero diocesano», afirma José Ángel Feijoo.
No sólo los sacerdotes de Orense están implicados. Hay muchas realidades diocesanas que tienen sus actividades en el Seminario. «Eso hace que los seminaristas conozcan la realidad diocesana y que todas esas realidades sientan el Seminario como algo cercano, propio. Lo conocen, han estado en él, conocen a los seminaristas y eso hace que vaya calando en todos esa preocupación vocacional».
Rezar, testimoniar y proponer
A pesar de los datos de los últimos años, que nos invitan al optimismo, el número de seminaristas actuales está muy lejos de ser el que era, cuando España, por ejemplo en los años 60, contaba con más de 8.000 seminaristas. Para continuar con el aumento, José Antonio apunta que es necesario «seguir confiando en el Señor y, por lo tanto, rezar». El Señor «nos pidió que rezásemos para que enviara obreros a su mies y, de hecho, comprobamos que los manda», explicaba hace pocas semanas el arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro, durante la presentación de la Campaña del Día del Seminario. Es importante, también, testimoniar la alegría del Evangelio. «En la medida en que los cristianos sigamos siendo misioneros y anunciemos el Evangelio, habrá muchos hombres que se seguirán preguntando: Señor, ¿qué mandáis hacer de mí?», lema del Día del Seminario 2015. El tercer punto, señala el formador del Seminario Conciliar de Madrid José Antonio Álvarez, es «no tener miedo de proponer la vocación específica como un camino de realización personal. Responder a la vocación divina es responder a una llamada del Señor». Y eso hace feliz el corazón del hombre.
Calidad más que cantidad
Juan Pérez Die acudió, el pasado domingo, a dar su testimonio a una parroquia valenciana. En la ciudad del Turia adelantan el Día del Seminario por la coincidencia con la fiesta de las fallas. Tras sus palabras, el párroco les preguntó a «los chavales que escuchaban si alguno quería ser sacerdote, y dos de ellos dijeron que sí. No por ello van a ser sacerdotes, pero muchas veces nos planteamos mil cosas para hacer y lo más importante es proponerles la vocación a la gente», piensa Juan.
Éste es uno de los objetivos de la campaña del Día del Seminario: «Suscitar vocaciones sacerdotales mediante la sensibilización, dirigida a toda la sociedad, y en particular a las comunidades cristianas», explican desde la Conferencia Episcopal Española. Pero más que la cantidad, importa la calidad. «No nos tiene que preocupar tanto el número de seminaristas, importa más su calidad. Lo fundamental es la oración y que la gente valore la figura del sacerdote. Y si luego vienen 200 o 300, perfecto», matiza don Alonso Morata.
Además de con la oración, los fieles también pueden colaborar de forma material. La colecta en la solemnidad de San José, o la del domingo más próximo, será destinada al Seminario.
¿Cuál es el secreto de una buena pastoral vocacional? Monseñor Jorge Carlos Patrón Wong, Secretario para los Seminarios, de la Congregación para el Clero en la Santa Sede, considera que el elemento decisivo para comprender si un joven es llamado a seguir a Cristo en el sacerdocio es su voluntad para poner a Jesús en el centro de su vida.
«Un joven que entra en el Seminario debe tener esa dinámica, donde Cristo da sentido a todo. No se puede ser cristiano y vivir una vida moral de una parte, una vida de estudios de otra, una vida de diversión de otra… Éste es un signo muy claro. Nadie es perfecto, pero puedes descubrir signos sobre quién está al centro como unificador de la vida de una persona», afirma.
Según este arzobispo mexicano de origen chino, «la relación personal con Jesús va purificando, y hace madurar todos los demás aspectos. Pero también está la parte misteriosa, de la llamada de Jesús. El muchacho tiene una inquietud de que Cristo le está llamando a la vida ministerial».
El prelado considera que, para promover las vocaciones al Seminario, «la pastoral vocacional debe estar en todas las dimensiones de la Iglesia y todos debemos colaborar: familias, escuelas, parroquias… a vocacionalizar la vida humana. El elemento crítico es que a las nuevas generaciones se les enseña a ver la vida como una profesión y no como una vocación. Estamos en un momento precioso donde la Iglesia puede aportar al mundo y a las nuevas generaciones la experiencia de vivir la vida como vocación, llamada personal de Dios».