Del hilo y la aguja a los robots... pero siempre con mujeres - Alfa y Omega

Del hilo y la aguja a los robots... pero siempre con mujeres

Dos de cada tres católicos practicantes y laicos comprometidos en España son mujeres. En la parroquia de la Santísima Trinidad de Madrid los laicos en general, y ellas en particular, «llevan un peso muy importante» del día a día, asegura el párroco

María Martínez López
Las protagonistas de este reportaje posan a la entrada de la Santísima Trinidad. Foto: Archimadrid/José Luis Bonaño

Muchos días, Gloria es la primera en llegar a la parroquia. Fue catequista 25 años y ahora forma parte del equipo de bienestar, que se encarga de la limpieza y el mantenimiento. A veces se lleva deberes a casa: manteles y paños para lavar y planchar. «No me importa, ni me siento una chacha. Se trata de que la gente esté a gusto», explica. Pasa el día, y la última persona que sale por la puerta antes de que se cierre es, con sus 82 años y su sentido del humor, Paquita. Se encarga de la liturgia en la Misa vespertina de diario. «Luego hay que recoger, apagar todas las luces…».

Desde que llega Gloria hasta que se va Paquita, la parroquia Santísima Trinidad de Madrid es un hervidero. Unos 300 niños y adolescentes, siete comunidades de adultos y Cáritas, entre otros, se disputan los salones por la tarde. Un grupo de religiosas lleva la comunión a más de 20 enfermos. También por las mañanas se deja caer gente. Entre tanto trajín, a veces pasa desapercibida la presencia de los dos sacerdotes y del diácono. Todo funciona como una máquina bien ajustada.

Ángel Luis Caballero, párroco desde el curso pasado, explica que «los laicos llevan un peso muy importante. Nosotros acompañamos a los grupos sobre todo en contacto con los coordinadores de las distintas áreas. Así podemos dedicarnos sobre todo a los sacramentos, a la Eucaristía, al despacho» o a la dirección espiritual. Aproximadamente siete de cada diez feligreses comprometidos son mujeres.

«La parroquia no la hacen los curas –subraya Cristina, que los domingos hace un taller de Eucaristía con los niños más pequeños, además de participar en los cursillos prematrimoniales–. Y no es que aportemos nosotras por ser mujeres, sino toda la comunidad. En los cursillos siempre pregunto a los novios qué tipo de Iglesia les gustaría. Me dicen: “Activa, participativa”. Justo lo que se vive aquí». Eso no quita para que «alguna vez se oiga algún comentario machista, como: “¿Y no te tienes que ir ya? Tu marido estará esperándote”».

La presencia de la mujer no es nueva, pero sí ha evolucionado. En la sala donde Pilar acoge cada lunes a los usuarios de Cáritas antes se hacía un taller de costura. Cerró. Lo que sí funciona, desde hace siete años, es el de robótica. Lo llevan Carmen y su marido. «Nos gustaba la idea de dar a los niños la oportunidad de aprender algo más –recuerda–. Empezó para los de la parroquia, pero luego se ha abierto al barrio. No es solo mover un cacharrito: los niños se conocen, se ayudan y les transmitimos valores. Se hacen amigos, acaban saliendo juntos… Hay muchas formas de llegar a la gente».

«Extraordinariamente activas»

Según se deduce del barómetro del CIS de enero, dos tercios de las personas que van a Misa los domingos o entre semana son mujeres. En Cáritas Española, ellas son el 70 % del personal y de los voluntarios; por encima de la media del voluntariado en general, donde, según el Observatorio del Voluntariado, la proporción es del 54,4 %.

«En el conjunto de la Iglesia en España, las mujeres tienen un papel muy importante y lo ejercen –afirma Camino Cañón, expresidenta del Foro de Laicos–. Hay un buen número de asociaciones y movimientos laicales donde muchas mujeres participan» y ocupan puestos significativos. «También en las diócesis su presencia es extraordinariamente activa». Con respecto a las religiosas, «trabajan sobre todo en el ámbito sociosanitario, la enseñanza y en algunos casos en la pastoral diocesana».

Con todo –matiza la actual directora de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC)– «sí es verdad que en algunas realidades laicales las mujeres no tienen acceso a la máxima responsabilidad por sus estatutos, o de hecho no están ahí». Su participación y corresponsabilidad –cree– aumentarán en función de dos factores: que crezcan las de los laicos en general y que haya más féminas con educación superior. Esta no solo les dará el «saber hacer» necesario, sino que hará que toleren menos la discriminación, y estén más abiertas a asumir cargos. En una persona sin formación pero «con una calidad personal y un testimonio de fe extraordinarios se puede depositar confianza –subraya–, pero quizá no para la gestión».

Un consejo parroquial activo

«¿Quién manda en la Santísima Trinidad?», pregunta la periodista a modo de provocación. «Los curas –dice en seguida Gloria–. Todo se hace bajo su supervisión». «Pues si yo veo algo que no me gusta, se lo digo con toda claridad», matiza Paquita. A Cristina le parece que «esta parroquia, más que piramidal, es circular; como su templo. Por regla general, las decisiones se comparten». Aquí cobran un gran protagonismo los coordinadores de área y el consejo parroquial, mayoritariamente femenino. La última incorporación, a regañadientes, ha sido precisamente Gloria. «¡Ya ves tú! Si a mí me gusta más hacer que hablar…».

Este órgano y los laicos que lo forman han marcado en buena medida el rumbo de la comunidad. «Son muy activos –explica Caballero–. Al llegar yo, me pidieron hacer un proyecto de pastoral para la parroquia, por áreas. Y hace poco, siguiendo la invitación del cardenal Osoro, propusieron iniciativas para concienciar sobre la cuestión de los refugiados».

Todos coinciden en que se nota la presencia femenina. En Cáritas, Pilar trabaja más con hombres. «Pero me han puesto a mí de acogida. Me venden la moto de que hablo y pregunto mejor a la gente», se ríe. Además de la empatía, «ellas tienen más en cuenta a las familias –dice el párroco–. Hacen partícipes a los padres en la catequesis y están pendientes de que los fines de semana no se multipliquen las actividades para que puedan organizarse». Por otro lado, cuando hay niños de por medio, «a veces les sale la vena de madre más que de catequista», y la toma de decisiones se complica.

¿Y mañana?

Mientras estas laicas charlan con Alfa y Omega, surge espontáneamente una preocupación: ellas llevan muchas actividades visibles. Pero cuando las más mayores dejen la limpieza, la liturgia y otras tareas «menos lucidas, ¿quién las hará?». «Habrá que ir ocupando también esos lugares», opina Carmen. Pilar, que empezó a involucrarse más tras jubilarse a los 59 años, cree que «ahora que tardamos más en envejecer, otras personas en mis mismas circunstancias pueden hacerlo perfectamente». O tal vez –apunta Cristina– «tendrá que pasar a ser algo remunerado».

Más que voluntariado

Cristina se implicó en la parroquia de adolescente, en catequesis. «En cuanto pude, empecé como catequista». Cuando se casó, ella y su marido entraron en una comunidad de matrimonios, y ayudan con los cursillos de novios. Es también una de los responsables del taller de Eucaristía: durante la primera parte de la Misa dominical trabajan aparte con los niños más pequeños, que luego se suman la celebración a partir del ofertorio. «Yo he hecho mucho voluntariado, pero esto lo vivo de forma distinta. Es entregar el don que he recibido. Se me dan bien los niños, y me parece importante que los pequeños descubran la Eucaristía de forma más cercana a ellos».

El relevo viene… y pisando fuerte

Sofía (13 años) es monaguilla desde que hizo la Comunión. «Me gustaba verlos, y me uní en cuanto pude. Al sacerdote le facilita mucho que estemos ahí, es todo más ágil», opina. A pesar de su edad, ella y sus compañeros ya van asumiendo responsabilidades: «Nos organizamos los horarios nosotros mismos por WhatsApp. Y el otro día hicimos, junto con Javi, el diácono, una formación para los monaguillos nuevos».

La agenda parroquial de Raquel (15 años) incluye ser monaguilla, los grupos Teen para adolescentes, el taller de robótica y el coro. Aun así, le quedan ganas para empezar a participar en la liturgia, por ejemplo como lectora, en cuanto se confirme. «A mis amigas les hace mucha gracia que pase tanto tiempo en la parroquia. Pero yo lo normalizo mucho. Participar activamente en lo que se pueda de la vida cristiana me parece un buen modo de descubrir a Jesús».

Otra parroquiana casi a tiempo completo es Vicky (22 años). Lleva desde los 17 de catequista. «Al principio fue un poco duro, pero el año pasado empecé ya a notar que había cogido soltura. Ser catequista me ha acercado mucho al Señor». Este año ha entrado, además, en Cáritas. «Quería hacer algo un poco más social, más adulto. Y estoy muy contenta –comparte–. Mi madre también está muy metida en la parroquia. Mi padre falleció cuando yo era pequeñita, y estar las dos en la parroquia nos ha unido mucho y nos ha ayudado a superarlo».

Raquel y Vicky son conscientes de que mucha gente de su edad critica a la Iglesia por machista. «Lo entiendo, durante muchos años ha dado esa imagen de no evolucionar –dice la segunda–. Por eso las mujeres jóvenes tenemos un papel muy importante de decir sin reparos: “Soy católica, estoy en la Iglesia y nunca he sentido que me hicieran de menos”». A lo que Raquel añade: «La forma de que la Iglesia avance es participar. Yo puedo luchar por que la Iglesia tenga más en cuenta a las mujeres».

De Uganda a la Trinidad

Margarete llegó desde Uganda en 2008. En la primera parroquia a la que iba «apenas había nada que te moviera la fe, y casi dejé de ir a Misa». Hace tres años recaló en la Santísima Trinidad. Allí participa en el coro y trabaja en una asociación que ayuda a una parroquia de su país. «Allí las mujeres también son muy importantes en las parroquias, y además ayudan mucho a los pobres de la comunidad. Una cosa que aquí no veo mucho es que las monjas colaboran mucho con los curas. Mi hermana es catequista. En África, esto no significa solo enseñar a los niños. También va a otras capillas –cada parroquia tiene cinco, diez o 12– a presidir la liturgia de la Palabra y dar la comunión».

«El párroco era como un hijo»

A pesar de sus 82 años, y de que se mueve por el templo como por su casa, Paquita no es la típica señora de parroquia de toda la vida. «Yo nunca había ido a la iglesia, lo justo de cría. Pero llevo ya 16 años que no salgo de aquí. Mis hijos al principio no querían dejar que me metiera aquí. Pero luego, cuando me han visto tan feliz, se les quitó la preocupación. Cuando como en su casa, están pendientes de que no se me haga tarde o me acercan ellos». Por otro lado, en la Santísima Trinidad ha encontrado una segunda familia: «Al párroco que estaba antes, Dioni, le quiero como a un hijo. ¡Si es que es más pequeño que los míos! Cada 15 días, me voy a la parroquia donde está ahora, escucho Misa, y nos vamos a desayunar juntos».

«Antes solo trabajaba y disfrutaba»

«Cuando dejé de trabajar, con 59 años, quería hacer algo por los demás –recuerda Pilar–. Me planteé varias cosas, pero al final opté por Cáritas en la parroquia. Hasta entonces solo me había dedicado a trabajar y disfrutar». Por petición popular de sus compañeros, se dedica a la acogida. Esto implica que, además del horario de acogida los lunes, sigue dedicando tiempo durante el resto de la semana: hacer entrevistas, preparar documentación… «A veces te llega gente a la que sueles ver por la calle, en el metro… y les cuesta empezar a hablar, hasta que cogen confianza. A mí me aporta mucho, y también vas viendo que haces bastante».

«Los detalles son importantes»

Gloria y su marido tienen cuatro hijos. Cuando eran pequeños, «siempre había mucho que hacer. Pero siempre he tenido ese rato para dedicarlo a la parroquia». Durante un cuarto de siglo fue catequista. Ahora trabaja en el equipo de bienestar –mantenimiento y limpieza–, y también lleva la liturgia de la Misa de 11 de los domingos. Reconoce que es sacrificado, pero «estar aquí es la mejor forma de dar ejemplo. Trabajamos para que la gente esté a gusto en la parroquia porque esta está ordenada. Los detalles son muy importantes».

Apoyo a la igualdad

«Hay que defender sus derechos. Lo haría también, lo hace también de hecho, la Virgen», respondía el cardenal arzobispo de Madrid preguntado sobre las reivindicaciones con motivo del Día Internacional de la Mujer. «Apoyo total» mostraba a su vez el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo, al término de la reunión de la Comisión Permanente celebrada la pasada semana en Madrid. Esta ha sido la línea de varios pronunciamientos episcopales, sin entrar a valorar la participación en los paros convocados para este jueves, que sí han apoyado explícitamente la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC). Por otra parte, los obispos de Alcalá de Henares y San Sebastián han puesto el foco en que, entre las reivindicaciones de algunas entidades convocantes de la huelga, hay postulados abortistas.