Deforestados - Alfa y Omega

Las mujeres de los poblados malawianos han ido siempre a la montaña a recoger leña. Suelen hacerlo o temprano en la mañana o a últimas hora de la tarde y, normalmente, en grupo. No es raro verlas regresar a sus chozas en filas, acarreando en la cabeza el hatillo de leña, un bebé colgado a la espalda y otros dos correteando a su alrededor llevando en las manos lo que buenamente pueden. De generación en generación se ha hecho así, sin cuestionarse que los recursos que la naturaleza pone a su alcance puedan algún día terminarse.

La situación mundial de deforestación afecta a Malawi, que ve cómo sus bosques se están reduciendo. En el norte del país se encuentra Chikangawa, pulmón de esta región que sufre poco a poco la desaparición de su foresta sin que nadie se preocupe en replantar. En realidad, el drama está en las empresas madereras que talan sin control. En la zona centro de Dzalanyama caen cada día árboles para la producción ilegal de carbón vegetal, que desde ese mismo bosque es transportado en bicicleta y vendido en los mercados. Si no es para carbón es para secar los ladrillos que se hacen en los poblados.

Concienciar a la población del drama que supone la pérdida de estas áreas no es tarea fácil. Pero lo más preocupante es que no hay políticas de protección. Todos los años el país celebra el Día del Árbol. Ese día, los malawianos, empezando por sus políticos, se comprometen a plantar al menos uno. Pero pocos sobreviven y los que lo logran son talados.

Distintas organizaciones en Malawi intentan llevar a cabo campañas de educación y cuidado del entorno pero es una tarea difícil porque toca el tema económico y en muchos casos el cultural. Toda innovación necesita tiempo para afianzarse y el uso de cocinas ecológicas donde se utiliza la menor cantidad de combustible no es algo que se acepte rápidamente, como también costará que aquellos que ven el bosque como negocio cambien su mentalidad.