De cómo en la catedral de Oviedo concurrieron seis obispos asturianos
De «insólita», calificaba el prelado ovetense fray Ramón Martínez Vigil, en comunicación a sus diocesanos, de la fausta noticia. La efeméride tenía lugar el 13 de abril de 1890: en la santa iglesia catedral basílica de Oviedo, tres obispos asturianos eran consagrados, siendo consagrantes otros tres prelados asturianos.
El Carbayón, en Oviedo, La ilustración Española y Americana, en Madrid y el Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Oviedo, en la Capital del Principado, resaltaron el acontecimiento con extensas crónicas y artística fotografía en huecograbado de R. del Fresno e Hijos, propiedad de la Junta de Caridad de Oviedo, destinándose los beneficios a la Cocina Económica, donde se vendía al precio de tres pesetas.
Era como si Oviedo volviera a ser la Civitas Episcoporum de las Crónicas medievales, la «Ciudad de los Obispos» que tan gratos recuerdos traería para Oviedo.
El fausto acontecimiento de tan feliz concurrencia episcopal no era otro que la consagración episcopal de tres prelados asturianos, destinados a tierras de misión y uno a la diócesis mindoniense, como continuador de San Rosendo. De los tres consagrantes y de los tres consagrados no me resisto a ofrecer brevísimas reseñas biográficas.
Eminentísimo cardenal fray Zeferino González y Díaz Tuñón. Era natural de San Nicolás de Villoria, en Laviana, de la Orden de Predicadores, obispo de Astorga, de Córdoba, de Sevilla y cardenal primado de Toledo. Vuelto a la Sede Hispalense, era, a la sazón, obispo dimisionario de esta sede, por razones de salud. Había sido profesor de la Universidad de Manila. Fue el abanderado de la neoescolástica en el siglo XIX. En aquella efeméride era el consagrante de los tres obispos asturianos.
Como asistentes, participaban en la solemne ceremonia el prelado diocesano fray Ramón Martínez Vigil, también de la Orden de Predicadores, natural de Tiñana, avecindado asimismo en Laviana, profesor de la Universidad de Manila y obispo ovetense. Fue famosa su oración fúnebre, a la muerte del Rey Alfonso XII, pronunciada en depurado latín, en la Capilla Sixtina ante el Papa León XIII. Su obra, durante su pontificado ovetense, excede toda ponderación.
Asistente también a la consagración arriba dicha era Valeriano Menéndez Conde, natural de San Martín de Luiña, profesor de Valdediós, primer alumno mitrado del Seminario de Oviedo, obispo titular de Tamasso y auxiliar de Toledo.
Tres eran los obispos consagrados: fray Bernardino Nozaleda y Villa, natural de San Andrés de Cuenya, en Nava, también dominico y arzobispo de Manila. Figuró entre «los últimos de Filipinas», antes de la independencia. Compañero suyo de Orden era también fray José Hevia Campomanes, natural de San Martín de Pola de Lena, destinado a obispo de Nueva Segovia, hoy Vigan, gran conocedor de la lengua tagala, gloria de la Orden de Predicadores, muy amado por sus diocesanos en el archipiélago filipino. Finalmente, cabe mencionar a Manuel Fernández de Castro, ovetense, alumno del Seminario Conciliar, director de la Santa Obra del Catecismo de Niños. Eminente bablista, fue autor de una famosa traducción del Evangelio de San Mateo al bable y de la Bula Ineffabilis, definiendo el Dogma de la Inmaculada Concepción. En Mondoñedo lo denominan el «Obispo Santo», aún sin ser canonizado.