David contra Goliat - Alfa y Omega

Desde que empecé mi carrera como internista he aprendido a escuchar al que tengo enfrente. Una escucha activa, más allá de lo que somos capaces de decir con las palabras, el tono, la posición corporal, los gestos. Me es muy útil en la práctica profesional, pero también cuando recibo llamadas o consultas de amigos y conocidos. Tantas veces me sorprendo viendo cómo solo necesitamos ser acogidos, una mirada amiga que diga que todo irá bien.

Era el mes de mayo cuando recibimos la noticia: unos buenos amigos acababan de ser informados de que el bebé que esperaban padecía una grave cardiopatía. Los médicos somos muy sutiles cuando queremos y sabemos utilizar eufemismos que nos ayuden a maquillar la realidad. Como otras veces me la habían descrito o como yo mismo lo he vivido, me imaginé a mi amiga sola (en tiempos de COVID-19, no permiten acompañantes), en una habitación fría, en la que hablaban en terminología incomprensible para una madre en un momento como ese. En el ambiente una única pregunta : «¿Por qué sufrir? ¿Qué sentido tiene continuar con esta agonía?». El planteamiento de una vida marcada por hospitales, intervenciones quirúrgicas, UCI… a cualquiera nos habría acobardado, pero para ellos la pregunta era más profunda: «¿ Por qué no darle una oportunidad a mi hijo?, ¿quién soy yo para arrebatarle la vida por miedo?». Una entereza y un amor que a ninguno de los que conocíamos su caso nos dejaron indiferentes.

El resto del embarazo transcurrió sin incidencias. El niño crecía y sus padres esperaban el momento con tranquilidad, sabiendo que tan solo con conocerlo, todo habría valido la pena, confiados en que en el sufrimiento no se encuentra la muerte, sino la vida, la vida de David, que ya tiene más de un mes. Es un niño risueño y feliz que ha superado su primera intervención. Como su nombre indica es un guerrero; cada día se enfrenta a su Goliat, y les da a sus padres la energía que necesitan cuando les arranca una sonrisa.

David significa el elegido de Dios. Cuántos David no han tenido esta oportunidad. El Papa Francisco planteaba: «¿Cómo puede ser terapéutico, civil o simplemente humano un acto que suprime una vida inocente e inerme a su nacimiento? Yo os pido: ¿Es justo quitar una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo contratar un sicario para resolver un problema? No se puede, no es justo quitar a un ser humano, aunque sea pequeño, para resolver un problema».