Cura, albañil y sindicalista - Alfa y Omega

Cura, albañil y sindicalista

Paco, el cura fue uno de los que cayó durante el Proceso 1001, en la redada a la residencia de los oblatos en 1972. Fue castigado con 19 años de prisión y ahora la BNE rescata su memoria y la del resto de condenados

Ricardo Ruiz de la Serna
Luis Fernández Costilla, Fernando Soto, Eduardo Saborido y Francisco Acosta en una celda de Carabanchel en 1972. Foto: Archivo Historia del Trabajo. Fundación 1º de Mayo.

Se llamaba Francisco García Salve y era cura, albañil y sindicalista. Nacido en 1930 en Zaragoza, estudió en un colegio de la Compañía de Jesús y entró en ella al terminar el Bachillerato. Podemos ver su rostro en la galería de fotos de los condenados en el proceso contra la Coordinadora General de Comisiones Obreras. Los retratos se exhiben en la Biblioteca Nacional de España (BNE) como parte de la exposición Para la libertad. El Proceso 1001 contra la clase trabajadora. Está acompañado por otros nueve sindicalistas que cayeron en la redada del 24 de junio de 1972 mientras estaban reunidos en la residencia de los frailes oblatos de Pozuelo de Alarcón para discutir el documento Sobre la unidad del movimiento obrero de masas. Los debían de venir observando, porque la sentencia recoge que fueron entrando en la casa de los oblatos a intervalos. Se trataba de no llamar la atención. El sindicato era clandestino y peligroso para el régimen. A las detenciones siguieron los ingresos en prisión preventiva. Entre los que cayeron estaba García Salve, conocido como Paco, el cura. Fue compañero de personajes importantes en la Transición y los años posteriores a ella como Marcelino Camacho (1918-2010) y Nicolás Sartorius (1938).

En una España que salía de la autarquía y entraba en el desarrollismo, el mundo del trabajo sufría dolores de parto. A lo largo de la década de los 60 se incorporaría al mercado laboral una generación de jóvenes que no habían conocido la Guerra Civil. En las zonas de España de mayor desarrollo industrial —Madrid, País Vasco, Cataluña, Galicia— así como en las cuencas mineras la conflictividad social iba en aumento. Aquellos jóvenes sindicalistas reclamaban subidas de salario, mejoras en las condiciones de trabajo y el fin de la represión y la violencia. Sirva como ejemplo el número de huelguistas muertos en manifestaciones y protestas: tres en Granada (1970), uno en Madrid (1971), dos en Ferrol, (1972) y uno en San Adrián del Besós (1973). El Tribunal de Orden Público se empleaba a fondo para reprimir las protestas. De los casi 9.000 procesados entre 1964 y 1976, un tercio lo fueron por hechos comprendidos en el periodo que va de 1973 a 1975. La situación en las fábricas, los astilleros y las minas era explosiva.

En este contexto, surge en España la figura del cura obrero. Ya los había en Francia desde la década de los 40, donde el cardenal Suhard había fundado la Misión de Francia como seminario para la formación de sacerdotes llamados a una labor pastoral en el mundo obrero. Muchos de ellos terminaron afiliados a sindicatos y comprometidos políticamente. En unas sociedades en que el sacerdocio se asociaba a cierto privilegio social, pretendían renunciar a él y vivir en las mismas condiciones que los obreros (trabajo, salario, etc.). El movimiento fue controvertido. En Iberoamérica se sumó a las corrientes que terminarían en la Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo.

Admitamos que esta foto de García Salve, condenado a 19 años de prisión por pertenecer a la Coordinadora de Comisiones, resulta algo desconcertante. Viste alzacuello, pero no se ve si lleva camisa negra o sotana. Me inclino por lo segundo. Aparece muy serio. No dan ganas de preguntarle: «¿Qué hace un cura metido en estas cosas?». Alguien que se expone a ir a la cárcel por militar en un sindicato clandestino es bien distinto de un aventurero. García Salve ya tenía antecedentes penales cuando lo condenó el Tribunal de Orden Público en el Proceso 1001 por «asociación ilegal». Lo habían despedido de varias empresas. No me sorprendería que formase parte de alguna lista negra como le pasaba a algunos de sus compañeros. Entrar en ella significaba que nadie lo contrataría. Leo en una hoja propagandística que conserva la Fundación Primero de Mayo que García Salve manifestó, después de su detención, «su decisión de mantenerse asociado a los pobres, a sus compañeros de trabajo».

Esta exposición reviste un enorme interés. Comisariada por Carme Molinero, Catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona, exhibe 104 piezas —entre ellas ese documento que García Salve y sus compañeros iban a discutir— y cuenta con un cortometraje informativo. Puede verse una fotografía de la prisión concordataria en la que ingresaron a Paco, el cura.

Nuestro hombre quedó en libertad con la llegada de la democracia. Se secularizó. Se hizo militante del Partido Comunista. Ejerció como abogado laboralista y escribió un libro, Yo creo en la clase obrera, que le costó, en 1980, una condena de la Audiencia Provincial de Madrid a pena de arresto mayor y medio millón de pesetas de multa por desacato e injurias graves a la autoridad. Se jubiló a los 72 años y falleció en 2016.

Ahora la Biblioteca Nacional, el Ministerio de Cultura y la Fundación Primero de Mayo rescatan su recuerdo y el de los restantes condenados en el Proceso 1001.