«Cuidar su ropa es otra forma de dar cariño y apoyo a los enfermos»
Carmen es una mujer brillante, porque, aunque habitualmente su trabajo no llame excesivamente la atención, ella hace que todo brille. Se ocupa de que la ropa esté limpia, de que los pasillos y las instalaciones estén relucientes. Es profesional de los Servicios Generales del Hospital de Cuidados Laguna y hoy, más que nunca, su labor es imprescindible
Estos días se pone de relieve que a los equipos de limpieza no se les reconoce suficiente…
Yo siempre estoy dispuesta a ayudar, pero estoy en la retaguardia. No necesito ser muy visible. Pienso que soy como los tramoyistas, que están detrás del telón para que todo salga bien. A mí lo que me importa es que las familias y los pacientes estén a gusto y contentos, a pesar de las circunstancias.
¿Te asusta trabajar en un hospital con pacientes tan enfermos?
No me asusta trabajar en estas circunstancias. Lo prefiero, si te soy sincera. Trabajando me siento útil y sé que mi labor es importante. Yo no puedo estar con un enfermo, pero sí que puedo ayudar a las personas que los están cuidando. También creo que, en cierto modo, cuidar la ropa y las cosas es otro modo de hacerles sentir el cariño y el apoyo. Por ejemplo, hoy he recogido la ropa de una persona de residencia, que no se puede lavar en lavadora, y la lavé a mano, con todas las medidas de seguridad, por supuesto. Lo he hecho con más cariño si cabe, por las circunstancias de esa persona.
Además, nuestra labor con los EPI es más importante ahora, si cabe. Es cierto que el riesgo existe, un riesgo que antes no teníamos. Hay compañeros que tienen bastante tensión, pero yo estoy tranquila. Lo estoy porque me siento útil.
¿Cómo consigues rebajar un poco la tensión?
Tengo un equipo detrás y me siento apoyada. Esta semana caminaba por un pasillo y he visto a una enfermera. Como llevaba la máscara no la he reconocido, así que me ha parado y nos hemos echado unas risas. Eso ayuda a quitar hierro a la situación.
También tengo el apoyo de mi familia. Me dicen que tenga cuidado, que lleve la protección. Tengo dos niñas de 16 y 10 años, Candela y Lucía. Se preocupan cuando me ven triste, porque a veces las circunstancias son difíciles.
¿Crees ahora que tu trabajo es importante?
Antes y ahora, pero tal vez ahora más, creo que mi trabajo en un hospital es imprescindible. Pongo cariño intentando que todo salga bien y quitando hierro, que haya tranquilidad en los momentos de ansiedad y miedo.
¿Hay algo que hagas de forma diferente?
Ahora empleamos más programas de lejía, antes los usábamos poco porque quema las fibras. Y lavamos a diario los uniformes, para que se puedan cambiar dos veces al día. Lo hacemos de buen agrado, porque con nuestro trabajo dignificamos los cuidados.
¿Tener fe ayuda en estas circunstancias a trabajar de otra manera?
Claro, tener una visión cristiana te hace ver las cosas distintas, porque si no, trabajar sería mucho más difícil. Nosotros siempre ofrecemos el trabajo, pero ahora con mayor motivo. La gente que no tiene esa visión tiene más difícil superar esta situación.
¿Hay algo que te haya llamado especialmente la atención de tus compañeros?
Hay muchas anécdotas, pero tengo una especial que trata de la delicadeza extrema de mis compañeros, incluso en circunstancias como esta. Compañeros de mi misma área, Servicios Generales, pero también del equipo sanitario, con el que trabajo codo con codo. Muchos pacientes están falleciendo estos días y, a pesar de la cantidad de trabajo que tienen, se preocupan no solo de que estén muy bien mientras viven, sino también de su cuerpo cuando mueren.
En este centro estamos acostumbrados a que la gente fallezca en cuidados paliativos, esta circunstancia no es nueva para nosotros. Lo que sí me parece triste es cómo ahora se trata su dignidad. Estos días las funerarias no ponen los sudarios por miedo al contagio. Por eso, los pone el equipo de enfermería de aquí. La gente tiene que irse con categoría, porque cada persona es única. Los ponemos nosotros, la categoría se la damos nosotros. Yo muchas veces me tengo que ocupar de preparar el sudario para que se lo pongan al fallecido.