Cuatro bienaventuranzas que encarnó el Papa de los sufrientes
Consoló a los tristes, visitó a los enfermos, rezó por los difuntos… Nunca Francisco ha sido tan Francisco como cuando desplegaba sus personales obras de misericordia. Su natural compasión le hizo acercarse a aquellos que padecen en el alma o en el cuerpo, dando consuelo a quienes sufren los zarpazos de la vida
«Espero que, en sus brazos, Angelica esté feliz»

«El Papa Francisco es inolvidable, como inolvidable es la vida de mi hija», afirma Serena Subania. Junto a su marido, Matteo Rugghia, pudo encontrase con el Papa dos veces: en la primera le presentaron a su hija Angelica, ya enferma; la segunda tuvo lugar el día después de la muerte de la pequeña.
¿Cuándo fue la primera vez que conocieron a Francisco?
En el año 2019, en nuestra parroquia, Santa María Consoladora, en Roma. El Papa estaba visitando la iglesia y tuvimos un breve encuentro con él. Se acercó a saludar a los niños enfermos, entre ellos nuestra hija, antes de la Misa. Angelica era muy pequeña y cuando el Papa pasó, se la puse en sus brazos. Fue algo espontáneo, un gesto como el que se hace con un pariente. No se lo esperaba, y nos regaló una de esas sonrisas que ha mostrado durante todo su pontificado. Fue algo muy breve pero muy emocionante.
¿Qué pasó después?
La vida siguió. Angelica falleció el 31 de marzo de 2023. Al día siguiente estábamos en el hospital para rellenar unos papeles y de manera espontánea quisimos esperar un rato fuera antes de entrar. De repente, nos encontramos con un revuelo porque el Papa salía de un ingreso por una infección respiratoria. Una mujer policía se había fijado en que estábamos allí llorando por nuestra hija y nos facilitó ir a saludarle.
¿Cómo reaccionó Francisco en esa segunda ocasión?
Me abrazó. Eso fue lo primero. Fue algo que trascendió las palabras en esas circunstancias. La muerte de un niño es siempre algo incomprensible, que va más allá de la fe y cuesta aceptar. Ese abrazo era lo que necesitábamos en ese momento. Luego me dijo que se acordaba de Angelica y rezamos juntos el padrenuestro, delante de la gente y de todos los periodistas que había allí.
¿Qué recuerdo le queda de él?
El de un Papa verdaderamente acogedor, que ha sabido dar en toda ocasión una palabra de consuelo y de esperanza, sobre todo. Sin esas palabras suyas, en momentos de tanto dolor, tener esperanza nos habría sido mucho más difícil. Necesitábamos volver a gustar el amor en nuestra vida y él nos lo dio en ese momento. Creo que por cosas como esta la gente lo ama y lo recuerda con afecto. Agradeceré ese abrazo para siempre y lo revivo en los momentos en que me flaquean las fuerzas. Fue una gracia y un don inmenso.
¿Ha podido visitar su capilla ardiente o ir a su entierro?
Prefiero ir sola un día de estos a Santa María la Mayor a rezar delante de su tumba y tener ese momento íntimo. Y decirle que espero que, en sus brazos, Angelica esté feliz.
«Soy lo que soy gracias a aquel abrazo»

«Emanuele siempre dice una cosa importante: “Todo lo que soy y lo que seré es gracias a aquel abrazo del Papa Francisco”». Nos lo cuenta su madre, Elisabetta Paciotti, desde Roma. Su hijo se hizo —sin pretenderlo— mundialmente famoso cuando en abril de 2018 intentó preguntarle al Pontífice si su padre, ateo y recientemente fallecido, estaría en el cielo. No consiguió decirlo en voz alta. «Tan solo era un niño de 8 años, tenía miedo y aquella pregunta era más grande que él mismo», recuerda su madre. Para inspirarle confianza, Francisco le pidió acercarse en aquella explanada del barrio de Corviale y plantearle la cuestión al oído, lo que desencadenó aquel abrazo que aún recuerda el ahora adolescente. La respuesta del Pontífice entonces: «Ese hombre no tenía el don de la fe, no era creyente, pero ha bautizado a sus hijos. Tenía un buen corazón».
Paciotti confiesa cómo la respuesta del Papa le sirvió a ella misma para «quedarme con esa certeza que, en realidad, no tenía». El pequeño Emanuele «siempre me preguntaba si su papá estaría en el cielo y yo trataba de asegurárselo, pero ¿quién mejor que el Santo Padre para decírselo?». La falta del progenitor no ha sido fácil, pero la madre asegura que, gracias a aquel gesto de Francisco, «Emanuele ha podido convivir con un dolor menos agudo y ha sabido que podía hablar con su papá porque le escuchaba». A su juicio, «ha podido elaborar el luto de otra manera, con esperanza».
Esta mujer romana confiesa que, gracias a las personas que conoció a raíz del gesto del Pontífice, durante los tres días que su cuerpo ha estado expuesto en la basílica de San Pedro no le han faltado ofertas para visitarlo de forma privada y preferencial. Pero «hemos querido respetar la sencillez del Papa Francisco». «Era realmente el Papa del pueblo, uno de nosotros, la persona que andaba junto a los últimos», considera Paciotti, quien cuando conoció su muerte «sentí un golpe en el corazón y lloré muchísimo». Pero confía en que «un día nos reencontraremos todos en la Casa del Padre». También su marido.
«Confiamos la operación de Martina al Papa, que ahora está en el cielo»

«Cuando Martina entró en la adolescencia, muchos de sus amigos hacían cosas que ella no podía, así que nosotros quisimos que viviera algo especial. No cualquiera tiene la fortuna de reunirse tan de cerca con el Santo Padre», cuenta su padre, Rocco Polimeno, a Alfa y Omega. Su hija, ahora de 20 años, sufre una enfermedad genética que no le ha permitido desarrollarse igual que sus compañeros, pero sí conocer en persona a Francisco tras la audiencia general del 22 de junio de 2022. «Cuando lo vimos, se nos salía el corazón de la emoción. Pero a la vez nos parecía como un vecino que llevara mucho tiempo dándonos consejos. Bromeaba con nosotros y nos hacía reír», recuerda el italiano.
Para lograr reunirse con el Pontífice, Rocco, su esposa Patrizia y la pequeña Martina recibieron la ayuda de toda una tribu. Por un lado, un cura joven que se volcó en ellos «nos dio mucha fuerza» y se empeñó en que la niña recibiera la Primera Comunión a pesar de que no hable ni lea con fluidez. «Ella ha estudiado el catecismo directamente de Dios», les decía. También los arropó Paolo de Micheli, un amigo de Rocco que él mismo define como «el hermano mayor que no tengo» y «la persona de referencia a la que pedirle consejo». Muy implicado como catequista, él fue el principal inspirador de la visita de Martina al Papa, pero falleció antes de lograrla. Así que fue su hijo Vincenzo quien se encargó de «llevar a cabo esta misión» y animó a la familia a escribir una carta al Pontífice que le llegó a través de este semanario.
Tres años después, Martina sigue luchando y, de hecho, el próximo 7 de mayo se operará de una hernia en el Hospital Bambino Gesù. Para que la intervención salga bien, «confiamos de nuevo en el Papa Francisco, ahora que está en el cielo».
Su partida le ha dejado un vacío, pero también una certeza: «Va a seguir vivo en muchos corazones y en el mío va a ser muy especial». En este sentido, asegura que el Santo Padre «representaba un pedacito de cada uno de nosotros». Por eso, valora que la relación con él lo cambió «para mejor», pues «ahora tengo más fe, más esperanza, más ganas de vivir».
«Ahora tengo más ganas de vivir»
«Me he quedado huérfano sin nuestro Papa», afirma Alberto Carol. La suya es la misma historia de tantos que escribieron en su día al Pontífice a Roma y recibió como respuesta una llamada suya. Él lo hizo en el año 2015, después de toda una vida marcada por la enfermedad, una artrogriposis que le ha provocado una malformación de pies y manos y que le ha hecho someterse ya a 50 operaciones. Francisco le citó en aquella ocasión a una audiencia privada en Santa Marta en la que pasaron juntos 45 minutos. Desde aquella ocasión se vieron tres veces más en distintos contextos.
«No parecía el Santo Padre, las conversaciones que teníamos eran más bien como esas entre un padre y un hijo», afirma Carol, que recuerda que «el Papa siempre me decía: “Alberto, yo trabajo, trabajo y trabajo”». Ya en aquella primera visita, asegura que se rompió el protocolo: en uno de los salones de Casa Santa Marta, Francisco lo abrazó y compartieron un café, «como a él le gustaba tanto». Ese gesto marcó el inicio de una relación especial, que con el paso de los años se llenó de detalles significativos. Cada vez que Carol debía ser intervenido quirúrgicamente, el equipo del Pontífice lo llamaba para interesarse por su estado de salud y para invitarlo nuevamente a Roma a visitar al Papa.
«Mi historia con Francisco es inmensa y llena de recuerdos inolvidables, y ahora tengo más ganas de vivir», cuenta con emoción. Para él, el Papa fue un hombre que amó profundamente al mundo, «pero sobre todo a los más necesitados y enfermos». Por eso, dice, su amistad con el Santo Padre ha sido y sigue siendo «tan especial».