Una cocinera nigeriana fue engañada por una organización que le prometió un trabajo similar en Europa. Cuando llegó se vio atrapada en una red de prostitución. Otra mujer, empleada de hogar, trabajó cinco años en Inglaterra durante 18 horas diarias. Solo libraba la hora de la Misa del domingo. Estas mujeres y otras víctimas de explotación sexual y laboral dieron su testimonio la semana pasada en Roma a los miembros del Grupo Santa Marta, impulsado por el Papa para tejer una red internacional que ponga fin a las esclavitudes modernas.
Miembros de la policía de países como Inglaterra, Nigeria, Europa del Este o España; religiosas; sacerdotes; obispos; representantes de ONG y varios cardenales se dieron cita en la Casina Pio IV para seguir dando pasos coordinados en la respuesta internacional a la trata. Monseñor Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria y responsable de la sección de Trata de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española fue uno de los participantes españoles en el encuentro. «En nuestro país —afirma a Alfa y Omega—, hay una colaboración excepcional entre la Iglesia y la Policía. Los resultados hablan solos: cada vez más se libera a más mujeres víctimas de trata». De hecho, «estamos dando los primeros pasos para reproducir el Grupo Santa Marta a nivel nacional. Hemos tenido un seminario en septiembre y tendremos más sesiones durante el curso». Aun así, «somos uno de los primeros países receptores de víctimas de explotación sexual, por lo que se necesitaría más voluntariado y que los políticos destinen más recursos a combatir esta esclavitud».
El Santo Padre recibió a los participantes, a quienes agradeció su empeño en la causa, «uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo», y animó a los presentes a seguir trabajando, ya que «el número de víctimas a nivel global lamentablemente crece cada año».