Lo primero que yo me encuentro se llama Iglesia. Es lo con lo que yo me tropiezo, lo que puedo ver, tocar, oír. Es una realidad visible, humana, reconocible. Está hecha de rostros humanos, doloridos como los de todos, y gozosos de un modo difícil de comprender a simple vista. Porque los que la forman no son ni Superman ni Superwoman. Son gente con una normalidad tan grande, hasta en sus defectos, que sólo una cierta presencia de Dios puede explicar su libertad. Son iguales que toda la gente, pero parecen pisar un suelo más firme, más sólido. Y eso es lo que les acaba haciendo diferentes. Tienen en quién confiar, saben que son amados como son, que hay alguien a quien pedir perdón. Y eso hace razonable la alegría, el canto, y el don de sí mismo. El amor. Su vida sigue siendo dramática (como la de todos), pero es una vida humana cumplida. Por eso, su alegría, gratitud, esperanza, se hacen notar. No están solos. Son un pueblo, una familia. No como en ciertas películas, todo bonito y sin problemas. La Iglesia es nuestro verdadero hogar, nuestra casa, el lugar donde hemos nacido a la Vida. Y esa vida que nos da la Iglesia es mucho más importante que la vida que nos han dado nuestros padres, porque esta vida de nuestros padres, sin razones para vivirla, sin esperanza, sin la Vida con mayúsculas, termina no siendo vida. Termina siendo una carga. Quienes forman la Iglesia dicen que ese Misterio que la habita es Jesucristo, el Hijo de Dios, el mismo que nació de la Virgen en Belén. Jesucristo se da a ella, se hace uno con ella, la sostiene y la alimenta con su amor infinito. Jesucristo es el suelo, el fundamento, la fuente, la explicación última de la diferencia cristiana. En realidad, Él es la diferencia cristiana. Él es lo único que hace distinta la vida de los cristianos. Pero eso Único lo cambia todo. Reconocer esa presencia de Cristo en la Iglesia -y en la creación- se llama fe. Hay una razón para permanecer firmes en esa fe, una vez que uno la ha encontrado (una vez que uno ha sido encontrado por Cristo). Esa razón es que, cuando ha probado la Vida verdadera, no quiere otra. Cuando uno ha probado el jamón de pata negra, pierde el gusto por el chopped.