Durante años hemos asociado la persecución de los cristianos a los primeros siglos del cristianismo, a Nerón y a otros emperadores. Hemos visto películas de cómo eran buscados, encarcelados y a veces arrojados a las fieras en los espectáculos públicos.
En los últimos años se fortalece la conciencia de que, si bien estas fueron historias verdaderas, no lo es menos otra realidad: hoy son más los cristianos perseguidos y martirizados que en aquellos siglos primeros. Los medios de comunicación nos hablan de ellos en países tan diversos como Egipto, Indonesia, Irak, Libia, Siria, Somalia, Nigeria…
Con frecuencia el papa Francisco ha llamado la atención sobre este goteo de holocausto que de vez en cuando tiene episodios más resonantes, como el asesinato de 30 cristianos ortodoxos etíopes en Libia, la matanza de 150 estudiantes de una universidad de Nairobi, la ejecución de 21 cristianos coptos a manos de yihadistas, por citar algunos.
Ante estos hechos hemos de rezar por las víctimas, sus familias y para el arrepentimiento de sus verdugos. Rezar para que gane terreno la paz en estas zonas castigadas por una violencia irracional y sectaria de quienes utilizan el nombre de Dios para matar a otras personas.
También hemos de procurar movilizar a quienes puedan hacer algo para evitar estos martirios, que en otras ocasiones no son de sangre, pero sí de discriminación, impidiendo la residencia o el trabajo a quienes se confiesan cristianos.
La mayoría de países en los que se producen estos hechos son de mayoría musulmana, pero sería por nuestra parte un error y una gran injusticia atribuir estos hechos a la fe del islam mediante una generalización que también podría hacerse, y sería igualmente errónea, en donde haya alguna conducta no evangélica de fieles cristianos. Personalmente tengo contactos con autoridades musulmanas y me consta que rechazan estos sucesos como nosotros.
Está en nuestra mano rezar por los perseguidos y ayudarles en lo posible, exigiendo para toda Europa una mayor apertura de fronteras para los refugiados. El pasado Viernes Santo el obispo de Erbil (Irak) pidió a los fieles, en su homilía, prepararse por si llega el momento del martirio. ¿Nos imaginamos una situación en la que el simple hecho de ir a misa pueda ser un acto heroico?
La admiración que sentimos por los primeros cristianos la experimentamos también ahora cuando nos llegan noticias de este tipo. Pidamos a la Virgen María, Reina de la Paz, que cesen estas persecuciones y la familia humana se reencuentre a sí misma en el amor.