Crecen los ataques anticristianos en Israel - Alfa y Omega

Crecen los ataques anticristianos en Israel

El clima generado por el nuevo Gobierno israelí ha favorecido las profanaciones de iglesias y las agresiones a cristianos, que se han duplicado desde el año pasado

P. J. Armengou
Soldados israelíes protegen una procesión cristiana. Foto: Alejandro Ernesto.

Los casos de violencia, amenazas y vandalismo por parte de judíos extremistas contra fieles y lugares de culto cristianos no han dejado de crecer en los últimos meses en Tierra Santa. Especialmente en Jerusalén. Vidrieras rotas y muros pintados; escupitajos a clérigos, monjas y peregrinos; destrozos en negocios; tumbas profanadas… Y hasta un vicealcalde de Jerusalén echando a grupos cristianos norteamericanos que rezaban en el Muro de las Lamentaciones. Desde enero se han detectado al menos once ataques graves. Casi el doble que en todo el 2022, según el Jerusalem Inter-Church Centre (JIC). Y este recuento solo tiene en cuenta los destrozos en propiedades y las agresiones físicas. Los escupitajos o insultos, que ocurren a diario en la Ciudad Santa, «son incontables», según la organización.

«Los ataques han escalado desde la llegada del nuevo Gobierno de extrema derecha. Los extremistas se sienten protegidos por sus líderes políticos, y envalentonados directa o indirectamente por las autoridades», asegura Yusef Daher, secretario ejecutivo del JIC, cuya entidad se dedica a la coordinación ecuménica entre las iglesias en Jerusalén y Palestina. Daher recuerda que el mismo ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, es un conocido colono, ultraderechista y antiárabe, condenado en 2005 por incitación al odio. También recuerda que los ataques contra los cristianos raramente son perseguidos por la Policía. «Los cristianos hemos sentido mucha presión para que nos vayamos y para que abandonemos nuestras propiedades», añade Daher.

Israel
Población:

9,04 millones

Religión:

Judíos, 74 %; musulmanes, 18 %, y cristianos, 1,9 %

El Gobierno israelí está formado por partidos que tienen entre sus objetivos la judaización de Jerusalén y la llamada «ley antimisión». Esta legislación, que el primer ministro Benjamin Netanyahu ha detenido temporalmente ante las críticas de sus aliados evangélicos en Estados Unidos, pretende prohibir cualquier tipo de proselitismo hacia los judíos, imponiendo penas de hasta un año de cárcel por invitar a convertirse al cristianismo. En Israel ya es ilegal promover la conversión con incentivos materiales y también hacer proselitismo con menores, a menos que uno de los dos progenitores pertenezca a esa religión.

La profesora de Cristianismo de la Open University of Israel, Yisca Harani, explica que hay razones históricas por la que muchos judíos «ven al cristianismo como un enemigo» —desde la Inquisición española a los pogromos de Europa oriental—; aunque también hay mucho desconocimiento sobre la realidad cristiana actual. «El número de cristianos en Israel es muy bajo y muchos judíos viven sin tener ninguna idea de cómo son», explica. Sin embargo, reconoce que «lo que está pasando en los últimos años, específicamente en Jerusalén, tiene que ver con la atmósfera creada por el Gobierno, que no ve un problema en esto». «El hecho de que ninguna autoridad haya emitido un comunicado, su silencio, es la vertiente política de este fenómeno».

Daños en la basílica de San Esteban. Foto: Patriarcado Latino de Jerusalén.

Aunque Netanyahu se ha presentado siempre como un garante de la seguridad de los cristianos en Oriente Próximo, su Gobierno no ha hecho nada para impedir los ataques. A preguntas de los periodistas, la directora del Departamento de Religiones Mundiales del Ministerio de Exteriores de Israel, Tania Berg-Rafaeli, se limitó a decir hace unos meses, tras la agresión a un sacerdote en la Tumba de María, que «el compromiso de Israel con la libertad de religión siempre ha sido importante». «Estos ataques no son representativos de la sociedad israelí», añadió. Según Harani, centrarse en que los ataques son obra de una minoría hace poco por atajar el problema. En su opinión, la clave es que los judíos agresores «estudien más el judaísmo» y vean que no tienen justificación para sus actos. Y también «que los rabinos hablen al respecto».

El gran rabino asquenazí de Israel, David Lau, y su homólogo sefardí y actual gran rabino de Jerusalén, Shlomo Amara, han escrito cartas condenando los ataques. «Lamentamos escuchar de clérigos no judíos que varios jóvenes judíos y algunos que fingen ser temerosos de Dios los persiguen con maldiciones, blasfemias y más mientras caminan por la ciudad. Sin duda hicieron eso personas irresponsables que no observan en absoluto la Torá y sus caminos. Anunciamos que tal comportamiento está estrictamente prohibido», decía Amara. En esta línea, en los últimos meses cada vez más articulistas, académicos y religiosos israelíes han condenado los ataques. Aunque los que los promueven siguen siendo más ruidosos y tienen un peso mayor en el Gobierno.

¿Por qué escupen (algunos) judíos a monjas y curas?

No hay fraile, monja o sacerdote en Jerusalén que, vistiendo hábito o sotana, no haya recibido alguna vez un salivazo por parte de un ultraortodoxo. «Es algo que sucede todos los días», confirma Yisca Harani, profesora de Cristianismo en la Open University of Israel. «Aunque por cada judío que escupe, hay muchos más que no lo hacen», puntualiza.

La experta explica que este fenómeno parte del desconocimiento que muchos judíos tienen de los cristianos actuales, pero que encuentra sus raíces en la época en la que los judíos sufrían persecución y linchamientos en Occidente; y también está vinculado a la creencia de que escupir a un cristiano es correcto, «aunque en la ley judía no se prescriba en ningún lugar».

Ante esta situación, Harani aboga por llegar a los infractores «en un sentido educativo y legal». Primero, intentando explicarles «que se ha avanzado mucho desde la Edad Media» y que no hay base religiosa para escupir a los cristianos. Y, si eso no funciona, haciendo cumplir la ley, que contempla penas de hasta dos años de cárcel por escupir a alguien por su raza o religión.

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