Construyendo la paz a través de la cultura del encuentro
Scholas reúne en Jerusalén a jóvenes estudiantes y académicos de todo el mundo en su III Congreso Interreligioso
Hanna, estudiante mexicana, no puede contener las lágrimas cuando sube a la palestra para invitar a los presentes a «romper esquemas, pensar diferente y mejorar el mundo». Es una de los 75 estudiantes procedentes de España, México, Argentina, Kenia, Burundi, Congo y Brasil que se dieron cita esta semana en Jerusalén para participar en el III Congreso Interreligioso organizado por Scholas Occurrentes. Habla en español «porque cuando uno habla desde el corazón, debe hacerlo en su lengua materna», dice Hanna disculpándose por su emocionado discurso.
Los jóvenes, junto con 70 académicos venidos de Europa, América, África y Asia trabajaron durante cuatro días para mostrarle al mundo que existe la necesidad de construir la paz y cambiar la educación para que sea realmente sinónimo de integración y no de exclusión, independientemente del origen, nacionalidad o religión.
Sus propuestas cobran especial significado en una ciudad, Jerusalén, donde las diferencias y el conflicto se palpan a diario. «Al final todos somos personas, lo que sucede muchas veces es que hay desconocimiento, miedo del otro. Para nosotros es muy enriquecedor estar con otros jóvenes de otras religiones y de otras culturas, creo que aprenderemos a ser más tolerantes», dice Ignacio, estudiante madrileño y cristiano.
A unos metros, se encuentra Tala, estudiante palestina musulmana de Beit Hanina –un barrio al norte de Jerusalén–, que coincide en el análisis. «En nuestro día a día tenemos a escasos metros a los colonos judíos de los asentamientos pero no los conocemos. Además de las barreras físicas que nos separan, existe una barrera mucho más impenetrable, en nuestras cabezas. Hay que escuchar al otro, tener la mente abierta y estas iniciativas nos dan una oportunidad de conocernos que normalmente no tenemos en el día a día, a pesar de que algunos vivimos en la misma ciudad», dice.
Para León este encuentro tiene además un valor añadido. Es judío, estudiante de Bachillerato en el Centro de Estudios Ibn Gabirol de Madrid y el sábado tuvo la oportunidad de visitar por primera vez el Muro de las Lamentaciones. «Fue muy emocionante poder ir en shabbat y disfrutar del ambiente festivo», cuenta. Como Tala e Ignacio, ve estas jornadas como una experiencia de enriquecimiento personal, pero también cree que, gracias a ellas, podrá aportar su granito de arena en pro de la tolerancia y la convivencia pacífica.
Odios pendientes de erradicar
Un objetivo tan grande como difícil. Especialmente en un lugar donde cada día se encuentran ejemplos de lo contrario. El abucheo de musulmanes a judíos cuando visitan la Explanada de las Mezquitas; el lanzamiento de huevos, tomates y todo tipo de porquería por parte de los judíos de la ciudad vieja a los residentes del barrio musulmán o los escupitajos con los que muestran su desprecio a los frailes y monjas que caminan por la vieja Jerusalén, son una realidad aún por erradicar en la Ciudad Santa. «Conozco varios casos de hermanas y hermanos a los que les ha sucedido. Sin ir más lejos dos de nuestros estudiantes que procesionaban con la cruz en Semana Santa… Pero no queda otra que limpiarse y seguir el camino. El enfrentamiento nunca es una opción», reconocía en una ocasión el fraile franciscano Artemio Vítores, exvicecustodio de Tierra Santa.
Por eso también es especialmente simbólico que este año Scholas haya elegido Jerusalén como lugar de encuentro para trabajar por la Paz y construir otro mundo. «Creemos que la educación es encuentro, que hay que ponerle a la ciencia, como dice el Papa no solo la mente, sino también el corazón y las manos», dijo José María del Corral durante la apertura del congreso.
Las jornadas –que contaron con un mensaje especial de apoyo del Papa para la clausura– tuvieron lugar en un marco inigualable cuando se habla de educación sin fronteras: el Instituto Truman, de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Un lugar considerado cuna de ciencia, por cuyas aulas han pasado muchas de las mentes más brillantes del mundo –incluidos varios premios Nobel– y donde, en palabras de su presidente, el profesor Menahem Ben Sasson, «no existen nacionalidades».
En ese ambiente multicultural de encuentro e integración, además de intercambiar con los académicos su punto de vista sobre cómo mejorar la cooperación con las ONG o paliar la crisis mundial de los refugiados, los jóvenes pudieron conocer de primera mano la experiencia de quienes trabajan a diario sobre el terreno para fomentar el diálogo intercultural. También participaron en iniciativas de construcción de paz a través del arte, el deporte o la tecnología.
Como colofón a unos días intenso trabajo en equipo y convivencia, los participantes plantaron el olivo de paz del Papa Francisco en el Instituto Truman. «Ojalá algún día la paz también arraigue en esta tierra», dice esperanzada Tala. Sus compañeros se van, pero el espíritu de estas jornadas caló hondo en ella desde el primer día. Por eso asegura que seguirá promoviendo iniciativas a favor del diálogo y la integración desde su escuela en Beit Hanina.
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