El domingo 16 de octubre, al finalizar el rezo del ángelus, el Papa Francisco hizo un anuncio, con gran naturalidad, como suele hacer él, con algunas comunicaciones. Sin previo aviso, deja caer las noticias que inmediatamente alcanzan un nivel planetario.
Así que quienes estamos en las comisiones sinodales tuvimos que reprogramar nuestras agendas teniendo en el horizonte octubre de 2024 y, solamente como una primera etapa, la asamblea de 2023.
Personalmente, y también recibiendo ecos de los demás, hemos agradecido esta prolongación por varios motivos. Los procesos personales, y menos los institucionales, no se pueden empujar ni someter a un ritmo rápido; van de la mano del discernimiento y de este modo de buscar juntos, de escucha mutua, de intuir por dónde nos conduce el Espíritu. Requieren su propio ritmo.
Creo que el Papa pone en valor todo esto y, entonces, acomoda el calendario de las actividades, privilegiando lo que considera esencial en primer plano. Y sí, las agendas se van recolocando sin problema.
Y ya que escribo desde Italia, no puedo menos que citar otra letra g que nos pone en el centro de la actualidad, la de Giorgia Meloni, primera mujer en la historia al frente del Gobierno de Italia. Deseamos que este país que nos acoge con tanta apertura y generosidad camine por la senda de la justicia, de la paz y del pleno ejercicio de los derechos humanos para quienes vivimos aquí y para todos los ciudadanos del mundo que nos visitan.
Y la última g se refiere a mi comunidad: la de Graciela, superiora general de las Hijas de Jesús, ahora en Japón y Filipinas, visita las comunidades que tenemos allí. Da fuerza y ánimo para continuar el camino.
Entramos en noviembre, avanzamos hacia el final del año, pero la vida, los acontecimientos, las personas que encontramos en los recodos del camino, nos recuerdan que no somos seres solitarios, sino relacionales, por eso el agradecimiento es una clave importante desde la que vivir y proyectarnos.