Con 18 años, salió de la Patagonia. Este jueves se ordena sacerdote en Murcia
«Una noche, en una convivencia, no me podía dormir. Me levanté, abrí el Evangelio al azar y me salió la llamada de Simón Pedro, en la que se dice: “tira las redes. De ahora en adelante serás pescador de hombres”». Alejandro salió de la convivencia convencido de ser sacerdote
Alejandro Ariel Roa González tiene 26 años y es natural de Argentina, de una ciudad al norte de la Patagonia. Con tan sólo 18 años entró en el seminario, tras un proceso de discernimiento que duró apenas un año.
El jueves de la semana que viene será ordenado sacerdote en la parroquia de San Pablo de Murcia, a las 21:00 horas, en una celebración presidida por el obispo de Cartagena. Un día que llega tras un largo recorrido que, como él mismo asegura, comenzó el día en que nació: «Provengo de una familia cristina, una familia en la que Dios por medio de mis padres me dio la vida, y digo esto porque para mí siempre es fundamental este dato. Mis padres no tenían pensado tenerme, ni a mí, ni a mis dos hermanos menores. Mis padres tuvieron sus primeros dos hijos, un niño y una niña, y no querían tener más hijos. Pero Dios, en su creatividad, fue a buscarlos a ellos; entraron a la Iglesia a participar más activamente por medio de las comunidades neocatecumenales. Fruto de un encuentro con Jesucristo se abrieron a la vida y fue ese mismo mes cuando mi madre se quedó embarazada de mí. Siempre le digo a mi madre: «Mamá, ¿te das cuenta de que Dios me tenía pensado? Dios estaba detrás de todo moviendo los hilos para que yo viniera al mundo»».
Alejandro, el tercero de cinco hermanos, creció en una familia que fue su base en la fe cristiana, que le trasmitió todos los valores, la importancia de los sacramentos, el rezar por la noche y la confianza en Cristo. «Pero llegó un momento en que me dije, esto está muy bien para mis padres, pero a mí no me termina de cuadrar», cuenta. «Fui creciendo y el paso, sobre todo, de la niñez a la adolescencia fue un momento crítico en el que no veía a Dios en mi vida –explica Alejandro–. Todo esto de la Iglesia y de la fe lo veía como un cumplimiento. En mi casa lo vivían, yo tenía que cumplir, tenía que ir a misa, tenía que hacer las cosas que tocaban… Así vivía la fe».
En febrero de 2008 fue a una convivencia con el único objetivo de agradar a sus padres y que estos no le pusieran pegas, para luego hacer lo que él quisiera, «pero en esa convivencia me estaba esperando el Señor para cambiarme la vida». «Una de las noches en esta convivencia, no me podía dormir, abrí el Evangelio al azar y me salió la llamada de Simón Pedro, en que decía: «tira las redes, de ahora en adelante serás pescador de hombres». Cuando pidieron vocaciones me levanté para ser presbítero y ahí empieza una historia que para mí ha sido de lo más bonito que he tenido en mi vida porque Jesucristo ha venido a curarme todas mis heridas».
Estuvo un año en un grupo vocacional de discernimiento y entró en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater de Murcia. «Ahora, que ya han pasado ocho años, miro para atrás y veo que esta historia no la he hecho con mis fuerzas. Con 18 años salí de mi casa, de la Patagonia, nunca había salido de mi casa ni montado en un avión, y me vine aquí al otro lado del charco y yo todo esto no lo he hecho. Es Dios el que ha ido escribiendo esta historia».
Su tiempo de seminarista ha sido para él una muy buena experiencia, en la que ha aprendido a vivir en comunión con el resto de compañeros, pendiente de lo que el otro necesita, en clave de servicio y conociendo sus limitaciones. Además, ha estado dos años en misión en Argentina, un tiempo que, según él, le sirvió para conocerme más a sí mismo y «para ver la potencia que tiene Dios en la evangelización y experimentar la Providencia».
No puede evitar agradecer a su comunidad todo lo que ha influido en su vocación y asegura que «Dios me llama a vivir una relación esponsal orientada a donarme a una comunidad, a la Iglesia; y me ha ido mostrando que ser cura, el ser célibe no es una castración, no es un ser un reprimido, es vivir tu vida en clave de donación a todos los hombres».
Estos días previos a la ordenación, Alejandro Ariel y su compañero Yerny José han realizado un retiro espiritual en la abadía benedictina del Valle de los Caídos, un tiempo aislado del mundo que les ha hecho mucho bien «en medio del trajín de los estudios, de los exámenes y luego, quieras o no, siempre está la tentación en la ordenación de querer ponerte como protagonista de la historia. Yo me he dado cuenta de que se me estaba yendo la vida en tonterías y que me estaba distrayendo de lo importante que era mi relación con Jesucristo y este retiro me ha venido fenomenal para estar a solas con el Amado, con el que de verdad le da sentido a mi vida».
Tras la ordenación, celebrará sus primeras Misas el sábado 1 de julio, a las 10:00 horas, en la parroquia de San Francisco de Asís de Murcia y el domingo 2 de julio, a las 12:00 horas, en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Cartagena, donde ha servido como diácono, un tiempo de gracia para él, para su formación y para su entrega al servicio de la Iglesia.