Cinco días en la piscina, con los amigos... y con Dios - Alfa y Omega

Cinco días en la piscina, con los amigos... y con Dios

María Martínez López
Ilustración: Asun Silva.

Es normal que en algunos campamentos haya sacerdotes como monitores. Su presencia es muy importante, porque permite conocerlos más de cerca y aprender de ellos. En esos días tan especiales de un campamento, algún chico puede plantearse que, de mayor, quiere ser como ellos. En algunos lugares, de hecho, la Iglesia organiza campamentos pensados para los chicos que se están planteando ser sacerdotes. Es el caso de la diócesis de Almería, que ofrece un campamento así, llamado campamento vocacional, desde hace casi 20 años. El de este año fue del 9 al 13 de julio, y se celebró, como siempre, en un convento antiguo del pueblo de Vélez Rubio.

Chicos del campamento vocacional de este año en la diócesis de Almería.

El padre Juan Antonio Moya, Rector del Seminario Mayor de Almería, explica que este campamento ayuda a los chicos a escuchar qué es lo que Dios quiere de ellos. «Suelen ser los mismos chicos que han venido a las actividades y convivencias durante todo el curso. El campamento es el colofón, y por eso es muy importante». Durante el curso -añade-, aunque los chicos estén en su parroquia, en realidad no le dedican mucho tiempo a Dios. «Aquí, durante cinco días, se juntan todas las facetas de la vida, desde la oración a los juegos, pero todo unido por la fe. Eso les ayuda a plantearse el resto de su vida» de la misma forma.

Este año, han ido al campamento 32 chicos desde los 10 hasta los 18 años. Allí, han convivido con los seminaristas, tanto con los del Seminario Menor, que tienen más o menos su edad; como con los del Mayor, que ya están estudiando en serio para ser sacerdotes, y son los monitores. Cada día -cuenta el padre Juan Antonio- «hay Eucaristía, y un ratito de oración. Uno de los días, exponemos el Santísimo y la oración es más larga. Pero también hay muchos juegos, vamos a la piscina, y un día salimos a la sierra».

No conviven sólo en las actividades; también hay muchos ratos para hablar entre ellos. El padre Juan Antonio opina que esto es muy bueno, porque «algunos piensan que pueden tener vocación al sacerdocio, pero, al decirlo, en su pueblo, se ríen de ellos. Aquí ven que hay otros jóvenes que también quieren eso, y que no es motivo de burla, sino una fuente de alegría. Les gusta ver la ilusión con la que se preparan los seminaristas para ser sacerdotes. Cada año, unos siete chavales del campamento entran en el Seminario Menor. Otros quieren entrar, pero necesitan más tiempo. Luego, cerca de la mitad de los chicos del Menor pasan al Seminario Mayor».

Lo mejor: compartir con otros chavales

Otro tipo de campamentos muy interesante es el pensado para los monaguillos. En Jaén, fueron de los primeros en empezar a organizarlos, hace ya 30 años. Juan Antonio Marín tenía sólo 12 años cuando fue al primero, con otros 30 chicos. Recuerda que «lo pasábamos muy bien. Aprendíamos mucho sobre la liturgia: cómo preparar la Misa, qué hacer para ayudar al sacerdote mientras celebra, cómo después hay que recoger todo y rezar dando gracias a Dios… También teníamos juegos y deportes. Pero lo que más me gustaba era compartir con otros chavales. De ahí, salimos varios amigos que ahora somos sacerdotes».

Hoy, Juan Antonio es quien organiza estos campamentos. El tema de este año es La máquina del tiempo, y «lo hemos organizado como si fuese un gran circo, que tiene un tesoro que hay que descubrir: Jesús». Además de la catequesis y la Misa, tienen algún rato de oración, distintos talleres, gymkanas y, por la noche, veladas y alguna que otra aventura. Irán unos 70 chicos monaguillos.

Ser monaguillo no significa que uno vaya a ser cura, pero puede hacer que a los chicos se les despierte el gusanillo: «A veces, sienten esa llamada, pero se la callan. Cuando alguno la manifiesta, o te dice que cree que la tiene pero tiene dudas, hablamos con él, le ayudamos, le invitamos a otras actividades», y les ponen en contacto con los responsables del Seminario.