China y África, un maridaje geopolítico que funciona - Alfa y Omega

China y África subsahariana son un maridaje satisfactorio. Un matrimonio de conveniencia y planificado pero que no ha sido óbice para que surja el amor. China se considera a sí misma el mayor país en desarrollo del mundo y África subsahariana es la región con el mayor número de países en desarrollo. El hecho de compartir intereses y metas en algunos casos similares ha propiciado un acercamiento entre ambas. Así, en la última década China se ha convertido en el socio económico más importante de la región.

El volumen del comercio bilateral entre China y África era de solo doce millones de dólares en 1950. En 2009, con 91.070 millones, el gigante asiático se convertía por primera vez en el mayor socio comercial del continente africano. En materia de inversión y financiación, China comenzó a invertir en África en la década de 1980, a pequeña escala al principio. En la década de 1990 incrementó la inversión, ampliando los campos y diversificando los enfoques. Desde el año 2000 hasta el presente, ha crecido rápidamente. Desde Pekín se respalda a las empresas chinas que deciden invertir en África proporcionando apoyo a la financiación. En lo que a infraestructuras se refiere, en las últimas dos décadas las empresas chinas han construido o mejorado más de 10.000 kilómetros de ferrocarriles, casi 100.000 kilómetros de carreteras, alrededor de 1.000 puentes, un centenar de puertos y 66.000 kilómetros de transmisión y distribución de energía.

Algunos analistas acusan a China de practicar una nueva forma de colonialismo. Este consistiría en ofrecer préstamos e infraestructuras a cambio de petróleo, minerales y tierras agrícolas con el fin de sostener el crecimiento del gigante asiático. Estas inyecciones financieras responderían, según los críticos, a la lógica de querer atrapar a los estados africanos en una espiral de deuda para acabar dominándolos (debt-trap diplomacy).

Sin embargo, hay datos que parecen apuntar a que la inversión china en África es un fenómeno más orientado al mercado de lo que se suele interpretar. La mayor parte de las empresas chinas que operan en el continente son de propiedad privada, lo que podría poner en duda la noción de un impulso inversor monolítico y coordinado por el Estado. Aunque las empresas estatales tienden a ser más grandes, sobre todo en sectores como la energía y las infraestructuras, existe un elevado número de compañías privadas que trabajarían únicamente para obtener sus propios beneficios sin, al menos en teoría, tener en cuenta las ambiciones del Gobierno de Pekín.

La presencia china ha puesto fin a la hegemonía europea y estadounidense y algunos ven este hecho de manera positiva, ya que es percibido como una oportunidad para romper el hasta hace poco monopolio occidental de las ideas, las estrategias y las inversiones en el continente. Desde este punto de vista, el modelo chino de desarrollo es considerado como una alternativa al dominio de las estrategias neoliberales de las últimas décadas, que tan poco habrían aportado en términos de reducción de pobreza y creación de bienestar.