Celebrar el amor
Con frecuencia pasamos por la vida sin descubrir lo extraordinario de las cosas ordinarias. Estamos tan acostumbrados a verlo que lo consideramos lo más natural del mundo. Es lo que nos ocurre con la belleza del amor: cuando lo sentimos en nuestras vidas somos felices, pero incapaces de pensar ni de descubrir de dónde viene y por qué. Solo cuando percibimos su carencia, caemos en la cuenta de que no podemos darlo por supuesto.
El amor es una conquista. Al igual que una planta, hay que mimarlo, cuidarlo, regarlo y prestarle muchos cuidados confiando en que crezca y se muestre en toda su belleza y esplendor. Es cierto que no siempre las atenciones prestadas producen los frutos deseados, quizás porque no hemos puesto todo nuestro esfuerzo en ello, o porque la planta en sí no acepta esos desvelos. El amor en una relación conyugal es cosa de dos. Nace, se hace y se mantiene a lo largo de un camino que no siempre es de rosas. Con frecuencia hay piedras, baches… que nos dificultan el caminar, pero con paciencia, dedicación, cariño, constancia, y mucho amor, todo se consigue. Incluso superar los malos momentos. Y encarar con alegría, esperanza e ilusión el futuro.
Esto es algo que hay que celebrar. Muchos matrimonios de nuestra diócesis son conscientes de ello: no en vano, 25 y 50 años de unión implican muchas vivencias compartidas, toda una vida en común, con sacrificios, entregas, renuncias, desvelos, pero también con muchas ilusiones, alegrías, esperanzas y frutos en común. Y lo van a festejar con los suyos –hijos, nietos, hermanos, amigos– en una gozosa ceremonia de acción de gracias por todo lo vivido, y de esperanza por lo que aún queda por vivir en común. Todo, delante del pastor que les acogerá en la catedral este domingo, y que compartirá con ellos la alegría de una vida gastada y entregada por y para los demás.
El matrimonio es una vocación. Que implica entrega. Donación. Paciencia. Renuncia. Ilusión. Esperanza. Gozo. Pasión. Y amor. Mucho amor. Seamos capaces de descubrir lo extraordinario de esas vidas gastadas y ofrecidas por y para los demás a través del amor mediante el testimonio tan hermoso y entrañable que estamos recibiendo de nuestros padres. Y, como ellos, celebremos todos los días la belleza y el gozo de ese amor que se hace entrega compartida.