Cartas a la redacción - Alfa y Omega

Las cartas dirigidas a esta sección deberán ir firmadas y con el nº del DNI, y tener una extensión máxima de 10 líneas. Alfa y Omega se reserva el derecho de resumir y editar su contenido.

¡Sólo Dios! ¡Sólo Dios! ¡Sólo Dios!

El título que antecede no es de quien esto escribe, sino de uno de los mayores santos que el 11 de octubre próximo va a ser proclamado a la faz del mundo por Benedicto XVI. Se llama fray María Rafael Arnáiz Barón, monje trapense de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas (Palencia), fallecido santamente a los 27 años en 1938, y que ya fue propuesto como modelo de juventud por Juan Pablo II, en 1989, cuando todavía no había sido beatificado. Lo más llamativo del santo es no sólo haber resplandecido en una vida santa, sino habernos legado unos escritos que hacen las delicias de las almas sedientas de espiritualidad. En ellos es donde se halla escrito hasta la saciedad este lema luminoso y lleno de vida: ¡Sólo Dios! ¡Sólo Dios! ¡Sólo Dios! No estaría mal que algunas empresas de autobuses lo adoptaran como eslogan para colocarlo en las traseras de los vehículos, para desagraviar al catolicismo español de ese insulto inconcebible que está aguantando la España católica de un pequeño sector que se profesa ateo. Aunque, en realidad, quien esto escribe -como monje contemplativo, que tuvo la gran suerte de convivir los cuatro primeros meses de vida monástica con quien lo escribió- piensa que, más que dejarse llevar de exterioridades, sería más positivo que cada cristiano lo grabara en el corazón, para que el Señor se digne apiadar de quienes promueven esas campañas que a nos avergüenzan. Sería una excelente manera de comenzar a honrar al apóstol del ¡Sólo Dios!

Fray María Damián Yáñez
Monasterio de Oseira (Orense)

Miedo a ayudar

¿Quién mató a Marta?; Estaba en la playa rescatando a gente, 40 personas miraban y nadie se lanzaba al agua, para cuando salve a seis, los demás ya habían muerto. Son frases que me sorprendieron en el periódico, leyendo el asesinato de Marta del Castillo y el naufragio de una patera en Lanzarote. ¿Por qué no actuamos? ¿Por qué nos quedamos quietos, mirando la tragedia desde lejos? Es importante que nos planteemos esta situación en la que hemos caído. Muchas tragedias podrían evitarse si cada uno tuviese una actitud más activa por evitarlas. ¿Es que tenemos miedo? ¿Miedo a qué? Digamos adiós a ese asqueroso conformismo, que nos hace pensar sólo en nosotros mismos. ¡No miremos hacia otro lado! Hay que ayudar a la gente que lo necesita.

Gerardo Aranguren Sánchez-Ostiz
Navarra

«Educación» para pervertir

Tengo cinco hijos en edad escolar y me asombra que los maestros hayan sustituido su oficio de educar por el de inculcar intereses particulares del PSOE. Me niego a que EpC diga a mis retoños que Dios no es relevante en la sociedad y que nos enamoramos de las personas independientemente del sexo que tengan; y a que los homosexuales, dado que la naturaleza que es sabia y les niega descendencia, presionen al hijo del vecino (o sea, al mío) en la práctica de la sodomía, conduciéndolos a un mal moral irreparable… Tampoco acepto que se incite a los pequeños a la masturbación. Por esto, animo a los padres a objetar contra la conversión de las conciencias de los menores en pozos de desesperación y sugestión, en definitiva, contra una asignatura que busca educar para corromper a sus futuros electores bajo capa de derechos ciudadanos.

Clara Jiménez
Murcia

Con ojos de mujer

Deseo expresar a su revista el agrado que me causa esta columna de referencia. Hasta el punto de que las voy guardando –con otros artículos también hago lo mismo–; pero Con ojos de mujer tiene un encanto especial, es lo primero que suelo leer al abrir Alfa y Omega. Veo, en el estilo y profundidad de su redacción, que en el interior de cada autora habita el Espíritu de Dios. Sí, son ojos que saben captar la esencia de lo eterno. Desde aquí os envío a todos los de la Revista y a todas las autoras, un fraternal saludo con mi agradecimiento.

Joaquín Arias Quiñones
Internet

Hijo mío

Así sería el Padrenuestro, dicho desde el cielo: «Hijo mío, que resides en la tierra, intenta merecer tu santo nombre. Hazte cargo de parte de mi reino, que compartes con Cristo, hermano tuyo. Adáptese a la mía tu voluntad, en esa tierra que es querencia mía, como en el cielo que anhela la tuya. Toma el pan que te doy, de cada día, como el que se hace Cuerpo mío propio junto al vino, en la santa Eucaristía. Perdona que te haya de perdonar unos pecados en que no caerías, si no te hubiera hecho, por amor, tan libre como para cometerlos. Y perdónale al prójimo, tú, aquellos con que pueda ofenderte su torpeza. No caigas en ninguna tentación; te ayudaré a evitarlas, providente, como te libraré de mal, con mi misericordia, desde el cielo».

Luis Beresaluze
Internet