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En la sociedad actual hay muchas víctimas de las guerras, persecuciones, hambre, paro, matrimonios rotos, hijos sin padre por fecundación in vitro… pero también hay almas víctimas, escogidas para sufrir con Cristo por la conversión de las almas y por su Iglesia y la paz del mundo. Esto no es una fábula, es la realidad. Tengo un amigo que es un alma víctima; a cualquiera que le vea parece una pobre persona, de las que no cuentan. Yo sé de sus sufrimientos, imposibles de soportar sin la ayuda de Dios. Es alentador ver a una persona tan humilde y sencilla cuya vida anuncia que hay otra forma de vivir. La salvación de muchos depende de unos pocos.
La Santa Sede publica un documento para recordar puntos fundamentales de la fe de la Iglesia sobre la muerte. Es oportuno porque no son pocos los involucrados en la banalización de la muerte y de la otra vida. La cremación se ha extendido; la Iglesia lo acepta, pero recuerda que las cenizas deben reposar sin desvirtuar la dignidad de la persona, normalmente en lugar sagrado, y no son para repartirlas entre los familiares o fabricar pseudodiamantes. Surgirán críticas, pero es nada comparado con el servicio que la Iglesia hace al sentido común y a la fe.
La tradición cristiana se prepara estos días para honrar a los que nos dejaron. Los cristianos tenemos la alegría como patrimonio, como legado precioso que nos dejó Jesucristo. Por eso no debemos mirar noviembre como el mes cenizo, el triste del calendario. Comienza ni más ni menos que con una gran solemnidad: la de Todos los Santos.
Halloween es una celebración pagana y sobre todo un gran negocio que nos ha llegado por el enorme despliegue publicitario y comercial dirigido principalmente a los jóvenes. Envuelta en corriente de moda se instala entre nosotros haciéndonos creer que es una diversión más, pero es un error.
Halloween no tiene nada que ver con nuestro recuerdo cristiano de los Fieles Difuntos, y toda su parafernalia es contraria a los principios elementales de nuestra fe. Todos estamos llamados a la santidad. La Iglesia espera en la salvación eterna de todos sus hijos. Tenemos el don de la fe, un gran regalo recibido en el Bautismo, que es lo más grande y luminoso que se puede poseer en la tierra. En noviembre, el recuerdo y las lágrimas se convierten en oración y esperanza.