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El maestro Jiménez Lozano se adentra frecuentemente en el pasado, para mostrarnos en el espejo del ayer los errores de hoy. En su libro Advenimientos, recuerda una anécdota de la tan mitificada Segunda República española, que padeció la misma enfermedad que quieren contagiar ahora ciertos sectores políticos: el odio gratuito y visceral hacia las creencias religiosas. En un pueblo pequeño, en una escuela convertida en colegio electoral, se había quitado el crucifijo. Un votante entró con la gorra puesta y, al acercarse a la mesa donde estaba la urna, un miembro del tinglado electoral le ordenó que se descubriese; entonces el interpelado, señalando el lugar donde había estado el crucifijo, dijo que, «como Aquél no está entre nosotros, naide es más que naide». Actualmente, se desea conseguir a marchas forzadas que todos seamos naide, uniformados con los mismos criterios hedonistas y ateos. Es mejor para los que nos gobiernan que todos pertenezcamos al mismo club de educados para la ciudadanía y otros interesados inventos.
La Constitución recoge, en su artículo 39, la obligación de los poderes públicos de asegurar la protección integral de las madres, por lo que la falta de apoyo a las mujeres embarazadas, o ante un embarazo imprevisto, constituye un atentado a la igualdad y a la libertad de la mujer. El Gobierno contemplaba en su programa aprobar una Ley de protección a la maternidad, que está dando sus primeros pasos y sería deseable que esta red de apoyo a la mujer embarazada se extendiera por toda España, y estuviera dotada del suficiente apoyo económico para que cumpliera con sus propósitos. El anterior Gobierno, apoyado por grupos feministas radicales, ha agravado el problema, porque se creyeron jueces de la vida de muchas mujeres, imponiéndoles ideas que contradicen su naturaleza femenina, hasta el punto de provocar que a las mujeres se les deje cada vez más solas con su responsabilidad y su conciencia, y que acaben asimilando un embarazo con un hijo indeseable. El señor Gallardón ha sacado a la palestra el derecho a la maternidad, ponderando que la ayuda efectiva para la mujer es compartir sus dificultades, no dejarlas solas, y es cargar todos un poco de su peso, no matarles el hijo.
A una mujer gaditana, que, tras el octavo intento de fecundación in vitro, logró quedarse embarazada de gemelos, la diagnosticaron que uno de ellos nacería con una grave cardiopatía. Como no es bonito parir hijos malitos, la señora que había mostrado tanto empeño en ser madre acudió a una de esas clínicas abortistas para que le extrajeran (verbo utilizado por algunos medios que daban la noticia, como si se tratase de una muela o de un tumor) el hijo enfermo. Pero como hasta los profesionales de la compasión pueden tener un día tonto, el manitas de la clínica concertada sevillana se equivocó y le extrajo el hijo sano en vez del malito, aunque éste también caería días después en distinta plaza, para tranquilidad de todas y todos. Al mismo tiempo que conocíamos esta historia, nos informaban de otra: en Baeza (Jaén), una niña de 16 años denunciaba a su padre por haberla castigado sin salir de casa el pasado 28 de febrero, fiesta de Andalucía; denuncia que obligó a intervenir a la Guardia Civil, deteniendo al presunto criminal, por si tan cruenta acción pudiera constituir un delito. Son dos historias para no dormir, pese a que la primera les supuso el sueño eterno a dos criaturas. Dos historias que han podido suceder entre nosotros por la vigencia de unas leyes calificadas como progresistas, que disfrutamos para envidia de otros países…
Llevados por la preocupación general actual que gira en torno a la crisis económica y a la problemática que ésta lleva consigo, nos olvidamos con frecuencia de las cosas trascendentales de la vida, propias del espíritu, y andamos a todas horas escudriñando con avidez el horizonte, deseosos de recuperar la situación de bienestar perdida, como si no hubiera otras cuestiones de qué tratar. Alfa y Omega es uno de los escasos medios de difusión en letra de imprenta, por no decir el único, que publica sin complejo ni reserva noticias y estados de opinión próximos a las creencias religiosas de la mayoría ciudadana; y así, por ejemplo, ha informado sobre la defensa de la fe y sus beneficios en la esfera pública a cargo de la ministra sin cartera del Reino Unido, Sayeeda Warsi, aun siendo musulmana, y también ha recogido discursos de Benedicto XVI que hablan de la nueva evangelización de Europa o del redescubrimiento de la festividad del domingo como Día de Dios, o del rechazo al crimen del aborto, porque la voz del Papa nos recuerda que no sólo de pan vive el hombre. Y es que, aunque pertenezcamos a un Estado aconfesional, la educación recibida en la tradición cristiano-católica, desde Recaredo nada menos, nos impide dar la espalda a nuestros principios de religiosidad arraigados en la fe, lo cual implica no avergonzarse de ello y enseñarlo a nuestros hijos y nietos, de modo que lleguemos a desenvolvernos, con la mayor naturalidad, en la conjunción cuerpo y espíritu del ser humano, destinada a cohabitar en estrecha conexión hasta la muerte y aún más allá de ella, sin estar sólo atentos a lo puramente material.