Cartas a la redacción

A finales del mes de julio, me impresionó ver la imagen del Sagrado Corazón que se encuentra fuera de la iglesia madrileña de San Antonio de La Florida desde 1961, derribada del pedestal, sin cabeza y sin manos. Esta imagen es una réplica de la existente en el Cerro de los Ángeles y se construyó con restos del antiguo monumento, obra del escultor Aniceto Marinas, que fue destruido (y fusilado) durante la Guerra Civil. Me impresionó porque, aunque yo no viví la guerra (ni la posguerra), sí he visto fotos de esos años, y pensé que estamos volviendo al pasado. Me dolió ver la imagen decapitada y sin manos, pero la verdad es que no puede sorprender, ya que la destrucción moral de la sociedad y el odio a la Iglesia que fomenta el Gobierno por distintos medios, entre los que destaca últimamente la aplicación de una particular ley de la memoria histórica y el interés en resucitar la Segunda República, está dando frutos. Desde estas líneas, pido a los católicos, y a los que no lo son, que piensen en Cristo y en su Iglesia sin prejuicios, que antes de juzgar la conozcan (lean, escuchen, vean, piensen). Ojalá el Espíritu Santo ilumine las conciencias de todos para que actuemos de forma responsable y en conciencia, ante Dios y la sociedad.

Begoña Olmedilla Alonso
Madrid

Ingrid Betancourt era una mujer de poca fe antes de ser secuestrada. Tras pasar 6 años de cautiverio y cuando sería razonable una actitud desesperanzada o de rebeldía, sorprenden sus declaraciones: «Hay muchas personas que están enojadas con Dios y no quieren creer y tantas personas a quienes les da vergüenza creer en Dios. Yo, lo único que les puedo decir es que hay Alguien que nos oye y nos habla con palabras, y que, si nosotros entendemos cómo hablarle a Él, Él nos va a ayudar». ¿Libro de cabecera que recomienda? La Biblia: «La Biblia tiene todas las respuestas y todas las soluciones», ha explicado después de prometer que no dejará de batallar para que sean liberados todos los secuestrados de Colombia y el mundo.

Divina Lahuerta Macaya
Tarragona

Soy sacerdote católico. En el ambiente relativista en el que vivimos, la palabra espiritualidad es hoy muy ambigua. Se ofrecen por doquier a los cristianos espiritualidades atractivas, por lo que tienen de subjetivismo, y que nada tienen que ver con la fe que hemos recibido del Señor a través de los apóstoles. Daré una sola característica, común a todas estas nuevas místicas, para que se sepa reconocerlas: todas ellas tienen en común borrar las fronteras que separan a Dios de lo que no es Él. Desde hace unas décadas, es notorio el empuje de un neognosticismo, la llamada Nueva Era, que va introduciendo sus tentáculos, a veces sin darnos cuenta, en la misma Iglesia. Para estas espiritualidades, Dios no es personal sino el Todo, la identidad de lo Uno bajo lo múltiple. Tampoco es trascendente, ya que todo es Dios. Por eso, no hay oración sino prácticas, técnicas de interiorización cuyo fin es tomar conciencia del principio inmaterial que está en cada uno y que se identifica con lo divino. Quiero alertar ante el auge entre los cristianos del Zen, el Yoga, el Taichi y otros métodos importados de sus respectivas cosmovisiones, fundidos con otros elementos. Son presentados como técnicas, pero son mucho más.

Ángel García-Rayo Luengo
Buenafuente del Sistal (Guadalajara)

Sobre el chequeo que ha hecho El Mundo de la Iglesia católica en España, cabe decir que también son cómplices del silencio que interesa mantener sobre la inestimable labor que realizó la Iglesia en España, no sólo a través del cardenal Tarancón, como nadie puede negar, sino que fueron imprescindibles los puentes que tendieron los militantes obreros cristianos, como Guillermo Rovirosa, para que la Transición fuera sin derramamiento de sangre, sin violencia. Militantes cristianos que durante el franquismo fueron encarcelados porque no se fueron de rositas como muchos socialistas y demás izquierdistas. Cuando la Iglesia se propuso tender puentes con el mundo obrero, Rovirosa fue el primer militante. Colaboró desde la HOAC al lanzamiento de un periódico obrero que llegó a la mesa del Gobierno y fue cerrado. Así se hermanaban la Iglesia y el movimiento obrero. No cabe esperar otra cosa de las encuestas realizadas, porque los españoles cada vez conocen menos la verdadera historia de España. Es evidente que se miente y se silencia, porque así es más fácil manipular.

Teresa de Vallejo Santiago
La Coruña