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La Universidad Complutense de Madrid ha consumado su viejo proyecto: el cierre de las instalaciones religiosas de la Universidad Complutense de Madrid. Su Rector y el Decano de la Facultad de Geografía e Historia han efectuado y lanzado un ataque frontal a la libertad religiosa y a los derechos de sus alumnos. Llevan años persiguiéndolo, pero hasta ahora los estudiantes y miles de ciudadanos los han podido frenar, gracias a sus permanentes protestas y presión cada vez que lo intentaban. Sabemos que las capillas en los diversos centros jamás restan libertad, ni derechos; todo lo contrario, los aumentan. Es cierto que nadie está obligado a utilizarla, pero está abierta para quien quiera hacerlo libremente. Por eso, en esta ocasión, han ejecutado su plan a escondidas: en pleno verano, con los estudiantes de vacaciones y la opinión pública pensando en la playa y en las vacaciones. Rector y Decano vuelven a saltarse a la torera los derechos de los creyentes y la libertad religiosa reconocida por la Constitución; además, para mayor inri, eliminando los derechos de sus alumnos, violando el principio de libertad religiosa e incumpliendo, en este caso, los Acuerdos con el Arzobispado. Estoy seguro de que gran parte de la izquierda radical (que para mí son inquisidores laicistas) está detrás de todo este movimiento y no deja de perseguir a la Iglesia, al precio que sea.
La revista Alfa y Omega del jueves 3 de julio, con que comienzan las vacaciones 2014, ya en la portada nos trae una frase simple, bien construida gramaticalmente, un eslogan de primera magnitud para un publicista y más para un experto en pastoral cristiana: Urge anunciar la belleza del amor familiar. Si hacemos bella la familia, viviremos en amor, y así sobrarán leyes de divorcio y del aborto. Enhorabuena a Alfa y Omega por marcar el camino que necesita España para regenerar su vida, que es la de todos.
Yo lo miro a Él, y Él me mira a mí, decía el Papa Francisco refiriéndose a Jesús. Escucho sus palabras, recuerdo su mirada, y me pregunto: ¿realmente miramos, escuchamos a las personas cuando nos hablan? Yo le miro, él me mira. Le miro: ¿seguro que le miro? ¿Le miro a los ojos mientras me habla, o estoy más pendiente del reloj, de los papeles que tengo encima de la mesa, de…?
Yo le escucho, él me escucha. ¿Seguro que le escucho? ¿Presto atención a lo que me dice, o estoy más bien pensando en mis cosas?
Si ni miro ni escucho al que veo, al que tengo delante de mí, ¿cómo puedo pretender que me sea familiar y cercano oír y escuchar al que no veo?
Tras la lectura de la carta de Josep y Marta, publicada en el nº 889 de su revista, con motivo de la vida de su hijo Ignasi, me surge agradecimiento. Gracias, porque la vida del otro no me es aún extraña. Porque la experiencia de estos padres es la de quien vive para otro y se descentra. No es que se despiste, sino que se centra en otro que no es uno mismo. Y este matrimonio, sus tres hijos y quienes los rodean, y entre ellos me encuentro porque con su carta me han hecho partícipe de ello, no han vivido para sí, pensando en lo que podrían perder o sufrir, sino para su hijo. Aunque sólo sea unos minutos.
No podemos darnos la vida, la recibimos. Y leer esa carta también da vida. Gracias.
A todos los que están preparando esa nueva ley sobre el aborto, les recomiendo leer en Alfa y Omega el testimonio de los padres de Ignasi, un niño con malformación cráneo-encefálica. La criatura vivió 40 minutos, lo suficiente para que su familia pudiese conocerlo, bautizarlo, amarlo… Por favor, reflexionen, señores del Gobierno: si la anomalía es incompatible con la vida, ya se morirá él solito al nacer, sin necesidad de matarlo.
Los 40 minutos de Ignasi han sido un tesoro para sus padres. Respetemos la dignidad de la naturaleza humana (sana o enferma). Y recordemos el precepto del Decálogo: No matarás. ¡Nunca! Y a Josep y Marta, padres de Ignasi, ¡enhorabuena! Muchas felicidades por su ejemplo de valentía, de amor a su hijo enfermito, de fe cristiana. Gracias. Vuestro valor salvará muchas vidas, aunque no duren más que unos minutos. Vale la pena.