Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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El huerto de la oración

La hija de una amiga me regaló un dibujo realizado por ella. Era una oración y cada frase la ilustraba con dibujos. Me encantó, le dije que tenía que cultivar ese talento que Dios le había dado, y me contestó: «Habrá que cultivarlo poco a poco, pero me vas a tener que ayudar, que yo sola no puedo. Contigo a mi lado, mejor». Sus palabras me hicieron recordar algo que yo misma viví hace unos días, y que leí en el Libro de la vida, de santa Teresa: una comparación entre la oración y el huerto. Hace unos días, estando en oración, no pensaba en nada y lo único que sentía era cansancio. No tenía fuerzas ni para coger una regadera, ni, mucho menos, para salir a sembrar. Estaba desanimada y lo único que quería era estar sola y llorar. Lo hice, lloré, y las lágrimas hicieron el efecto de la lluvia. Lo que yo no pude hacer con mis fuerzas, lo hizo esa lluvia sin ningún esfuerzo por mi parte. «Yo sola no puedo», dice mi amiga. Yo, tampoco, la verdad. Si no fuese por la oración, mi huerto seguiría lleno de rastrojos. Es más, en cuanto me descuido y me dejo llevar por el desánimo, las flores que con tanto trabajo habían empezado a brotar, se vuelven a marchitar. «Me vas a tener que ayudar», dice también mi amiga… A la par que uno vigila su huerto es importante estar pendiente del campo de los demás: ver lo que necesitan, en qué se les puede ayudar, animarlos… Yo, por ejemplo, no tengo ni idea de dibujar, pero mi amiga sí, y es bueno que lo sepa, que sea consciente de ello y no lo abandone. Es imposible pretender ayudar a alguien cuando uno no tiene ni idea de semillas, utensilios de labranza, tiempos de cultivo… Pero según pasa el tiempo y uno aprende por experiencia propia lo que es desastroso para el campo y lo que es beneficioso, sí puede ir echando un ojito a los huertos vecinos e ir compartiendo experiencias. Nunca descuidar el huerto de uno, dejarse aconsejar por los campesinos que más saben y, a la vez, compartirlo con otros que empiezan. Es duro el trabajo del campo, y en equipo se hace mejor.

Maite B. Pérez
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Las incoherencias de la ONU

Sorprende que desde Ginebra una agencia de Naciones Unidas responsable de los Derechos del Niño acuse al Vaticano de pasividad en la lucha contra los abusos sexuales a jóvenes. Parece que esos responsables ignoran la batería de medidas que la Santa Sede viene tomando para remediar esas conductas execrables. Por ejemplo, Benedicto XVI expulsó del sacerdocio a casi 400 abusadores. Sorprende más el tono desabrido de esos responsables dando indicaciones a un Estado soberano, con intento de que cambie su doctrina a favor de la vida y del matrimonio. Salta a la vista la incoherencia de ese Comité llamado a defender los derechos del niño, pero que admite y promueve el aborto como si fuera lo natural. Parece que consideran a la Santa Sede como un blanco fácil, que no tomará represalias propias de otros Estados o de seguidores del Islam, ni organizará el escándalo público que sí harían los colectivos sociales de artistas, entrenadores deportivos, y políticos.

Sandra Moreno
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Tendréis la Luz

Cuando la sociedad de nuestros días nos presenta casi a diario casos de corrupción y materialismo absorbente, podemos encontrar al Señor y a su Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, que hace visible y presente en el mundo la enseñanza que Él mismo dejó, dando alivio material y espiritual a las miserias de tantos hombres que, injustamente, cargan con las consecuencias que la esclavitud del pecado provoca en quienes debieran ser defensores de los débiles y necesitados. Cuando desde la ideología del ruido se predica la supuesta libertad de la mujer para decidir sobre su maternidad, podemos encontrar al Señor y a su Iglesia defendiendo, sin ruido, la verdad de la dignidad humana: la vida como don sagrado, querido por Dios y amado desde siempre de modo concreto y exclusivo por su Creador. Los débiles, los que no tienen voz, los discriminados o ignorados son el signo que el Señor manda a su Iglesia: ellos son nuestro mismo Señor, con los que nos interpela a todo cristiano a acoger la verdad con alegría, a defenderla y predicarla con mansedumbre, pero con firmeza, sabiendo dar testimonio del Señor, Luz verdadera que nos ilumina hacia la vida plena.

José María Prieto
Escalona (Toledo)