«No olvidéis lo vivido en Panamá» - Alfa y Omega

Con la frase que encabeza esta carta, «No olvidéis lo vivido en Panamá», se despidió el Papa de los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que ha acogido el país centroamericano. Junto a chicos y chicas procedentes de todo el mundo, la mayoría de ellos de la región, pero también junto a un nutrido grupo de españoles, he vivido unos días intensos marcados por la hospitalidad, la llamada de la Virgen María a ser discípulos misioneros y el encuentro con el Papa Francisco.

1-. Una experiencia de hospitalidad. Muchas familias han recibido a los jóvenes sin conocerlos, les han abierto las puertas de sus casas y de su corazón. No es fácil abrir la casa, pero abrir el corazón es aun más difícil. Cada joven que ha participado en la JMJ se ha sentido acogido en lo que es junto a Jesucristo: acogidos por Él, reconocidos como hijos de Dios y hermanos de todos los hombres, y enriquecidos con su Amor.

2-. Una doble llamada de la Virgen María a vivir como Ella: «Aquí estoy» y «Soy la sierva del Señor». Es una llamada a la disponibilidad total. Lo que Tú me pidas haré, Señor. Hay que poner en el centro de nuestra vida a Jesucristo y, al hacerlo, uno se convierte en servidor a su estilo y manera, en servidor de todos los hombres, especialmente de los que más necesitan. Hemos de ser discípulos misioneros como María: siempre mirando a Cristo para que no desdibujemos nuestra vida y logremos permanecer en la imagen verdadera que nos revela Él y, así, convertirnos en hombres y mujeres que hacemos verdad hoy el lavatorio de los pies: «No he venido a ser servido sino a servir».

Foto: CNS.

3-. Un encuentro con Pedro que hoy se llama Francisco. Escribo estas líneas a punto de volver a Madrid y resuenan en mi cabeza las palabras del Papa en los distintos encuentros de esta JMJ. El Sucesor de Pedro nos ha recordado que la educación, el trabajo, la familia y la comunidad son ejes estructurales que nos mantienen con vida y con capacidad de dar vida a los demás. La unidad, que se ha manifestado en Panamá, de todos los jóvenes venidos del mundo, se sustenta en la seguridad de saber que hemos sido amados y lo somos con un Amor entrañable. ¡Qué fuerza tuvo aquella pregunta que hizo el Papa Francisco! ¿Creéis en este Amor? ¿Creéis en este Amor que tiene el nombre y el rostro de Jesús? Si decimos que sí, seremos capaces de abrazar a todos los hombres, quitar miedos y vivir con raíces fuertes que nos hagan generar futuro ya, ahora. Pues los jóvenes sois presente de un mundo nuevo, de la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte, del abuso y del abandono.

Os invito a todos los jóvenes a que luchéis por una verdadera educación que no sea domesticación; para que todos los jóvenes tengan trabajo, que es un derecho que desde la creación nos ha dado Dios; para que crezcan en una familia en la que puedan cultivar todas las dimensiones del ser humano y disfrutar de una comunidad cristiana que cree que el amor es factor fundamental de progreso, equilibrio y estabilidad de todo hombre y de la sociedad.