Cardenal Aós: «No podemos separarnos de los hermanos no creyentes»

Cardenal Aós: «No podemos separarnos de nuestros hermanos no creyentes»

El arzobispo de Santiago de Chile he inaugurado este martes la 73ª Semana Española de Misionología de Burgos

María Martínez López
Misión
El director nacional de OMP, José María Calderón, escucha al cardenal Aós. Foto: Carlos Izquierdo

En la Iglesia, «no terminamos de dar con la forma» de hacer presente la fe «en nuestras sociedades pluralistas, en cambio y secularizadas». Lo ha reconocido este martes el cardenal español Celestino Aós, arzobispo de Santiago de Chile, en la conferencia inaugural de la 73ª Semana Española de Misionología de Burgos. Ante la cincuentena de inscritos en esta edición, retomada tras interrumpirse el año pasado por la pandemia, Aós ha desgranado, bajo el título Laicidad y misión, las dificultades de vivir y anunciar el Evangelio en una sociedad en la que la Iglesia muchas veces se siente desprestigiada.

La Iglesia chilena, por ejemplo, está atravesando un momento difícil. En la retina de todos está la quema de iglesias en la capital. Dicha quema es la expresión, tantas veces manipulada, de una repulsa hacia «el extranjero invasor», entendiendo que la misión de la Iglesia también es una expresión de colonización. Así está sucediendo desde algunas etnias indígenas, como es el caso de los mapuches. Esto contrasta con la realidad de que «la Iglesia siempre y desde siempre ha estado a su lado. No es invasora, sino samaritana».

En este contexto, pero también en otras épocas, «el que comienza a ser misionero ha de estar dispuesto a ser incomprendido, por los de su propia casa y por los que va a catequizar». Sin embargo, ha añadido, «tenemos que estar dispuestos a dialogar con la increencia. Ni por miedo ni por orgullo podemos separarnos de nuestros hermanos no creyentes». Así, el cardenal ha invitado a «encontrar, valorar y respetar» sus valores.

La evangelización siempre «nos supera»

En su ponencia, el arzobispo de Santiago de Chile se ha mostrado realista. El misionero, ha apuntado, «sabe que su fe es un don, que su entrega es débil, que su proyecto puede tambalearse». La evangelización siempre «nos supera, por mucho empeño que se le ponga». No podemos «soñar con que por que cambiemos las estructuras» de la Iglesia «los demás se van a convertir». Previno además contra la ingenuidad de esperar que «lo que hagas a los demás ellos te lo harán a ti. Jesús pasó haciendo el bien, y lo llevaron a la cruz».

Sin embargo, animó a la esperanza, porque es desde esta precariedad desde donde se constata que «el Señor actúa siempre en la historia y es posible esperar que surja algo verdaderamente nuevo». Por eso, «el misionero no es un protagonista ni un líder social, es un testigo. No basta haber visto, sino estar dispuestos a comunicar lo que hemos visto».

En su intervención, ha recordado cómo esto se ha vivido en la Iglesia chilena durante la pandemia: «La mayor parte de los capellanes eran de edad avanzada. Se ofrecieron 60 sacerdotes jóvenes para atender a los enfermos de los hospitales. Un gran gesto de generosidad sin más recompensa que acompañar en los momentos de dolor y desesperanza». Evocó asimismo el magnífico testimonio de los laicos, algunos de ellos «mártires modernos». Como algún magistrado que «se ha jugado su puesto y carrera por mostrarse crítico con la Ley de la Eutanasia».