Capilla o teatro - Alfa y Omega

Fui a la Universidad de Antioquia, (UdeA) para convalidar mi título. Recién llegado le pregunté a una chica dónde estaba la iglesia del complejo universitario. La muchacha, extrañada, me dijo: «¿La capilla?». Y enseguida extendió el brazo y me dijo: «Por ahí, por ahí». Fue una sorpresa encontrarme con una iglesia rústica, de piedra, muy bonita, en cuya entrada figuraba desafiante un letrero sobrepuesto que decía: Teatro. La iglesita, por supuesto, llevaba mucho tiempo cerrada.

A unas dos cuadras de allí, dentro del mismo complejo, se ubicaba el Auditorio Camilo Torres Restrepo. Por curiosidad le pregunté a alguien quién era ese tal Camilo. Me dijo que se trataba de un sacerdote que, en un descuido, acabó formando parte de un grupo guerrillero llamado Ejército de Liberación Nacional (ELN). «Claro –pensé–, por eso dice la gente que la UdeA es la universidad de los guerrilleros».

Luego vinieron las clases y con ellas los talleres, de los que recuerdo especialmente uno en que una profesora de Derecho seleccionó ocho sentencias de la Corte Suprema para que eligiéramos una y la analizáramos. Contenían un elenco de doctrinas a cada cual peor: la que defendía la ideología de género, la del aborto, la de la eutanasia, la de la despenalización del consumo de drogas… y otras por el estilo.

Algunos días surgían bonches, es decir, disturbios, que organizaban unos cuantos chavales para protestar por no se sabe qué. Se atrincheraban dentro hasta que llegaban los antidisturbios a sacarlos por la fuerza. Mientras tanto, suspendían las clases y nosotros nos teníamos que volver a casa.

Aquel año comprendí cómo malogran las inocentes almas de los recién llegados, cómo tratan de formar una especie de incrédulos Tomases, y enfriarles la fe. Por eso proyectamos nuevos temas en el marco de las catequesis de jóvenes. Es urgente aplacar el argumentario del mundo. Y los jóvenes tienen que tener una respuesta clara contra quienes van a venir con el cuento del aborto, los anticonceptivos, la eutanasia, las drogas, la impureza, el divorcio o la ideología de género. «Sí –me dije–, hay que incidir en esos temas, no sea que en un descuido confundan la Verdad con un teatro».