Benedicto XVI intervino en directo, ante miles de personas, en la misa de clausura del EMF: «Más que teorías, se necesita cercanía y amor»
La explanada de la basílica de Guadalupe era, el pasado domingo, un hervidero de fieles, llegados de todo el mundo para celebrar la Eucaristía con la que se puso punto y final al VI Encuentro Mundial de las Familias. A través de una videoconferencia en directo, Benedicto XVI recordó a los presentes que «hoy más que nunca se necesita el testimonio y el compromiso público de todos los bautizados, para reafirmar la dignidad y el valor único e insustituible de la familia»
En México D. F. no brilla el sol. Al menos, no en el mes de enero. Sus rayos se estrellan contra la nube de polución que lo envuelve todo y crean una suerte de pantalla de luminosidad en toda la ciudad. Sin embargo, el pasado domingo, en la explanada de la impresionante basílica de Guadalupe, la luz de Cristo, la luz de la Eucaristía, la luz de la familia cristiana, brilló como un inmenso pebetero de la fe.
Miles de personas abarrotaron los asientos y las gradas del exterior, los bancos del interior del templo (donde unas pantallas de televisión proyectaban la imagen del altar) y aun los alrededores del escenario, para participar en la Eucaristía de clausura del VI Encuentro Mundial de las Familias (EMF), que se celebraba en la capital mexicana desde el miércoles. Ante todos ellos intervino, a través de una videoconferencia en directo, el Papa Benedicto XVI. Cuando el rostro del Santo Padre apareció en las pantallas de televisión que había colocadas a ambos lados del altar, un cerrado aplauso retumbó tan intensamente en el recinto mariano que todas las palomas que descansaban en los techos de la basílica alzaron el vuelo. «¡Híjole! ¡Sí que el Espíritu Santo está aquí!», comentaba uno de los voluntarios que había participado en el Encuentro.

Eso sí, cuando el Pontífice empezó su alocución, los vivas al Papa cesaron para escuchar sus palabras con atención. Fue entonces cuando Benedicto XVI aseguró que, «hoy más que nunca, se necesita el testimonio del compromiso público de todos los bautizados, para reafirmar la dignidad y el valor único e insustituible de la familia fundada en el matrimonio de un hombre con una mujer, y abierto a la vida, así como el de la vida humana en todas sus etapas». Un compromiso del que no están exentas las autoridades públicas, pues, según afirmó el Pontífice, «se han de promover también medidas legislativas y administrativas que sostengan a las familias en sus derechos inalienables, necesarios para llevar adelante su extraordinaria misión». Y volvieron los aplausos.
Lugar primario en la educación
Conocedor como era de que, ante él, había reunidos decenas de miles de matrimonios con sus hijos, el Santo Padre insistió en el papel de la familia como educadora. «La familia es un fundamento indispensable para la sociedad y los pueblos, así como un bien insustituible para los hijos, dignos de venir a la vida como fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. La familia ocupa un lugar primario en la educación de la persona. Es una verdadera escuela de humanidad y de valores perennes», dijo. Por eso, «más que teorías, se necesita la cercanía y el amor característicos de la comunidad familiar. En el hogar es donde se aprende a vivir verdaderamente, a valorar la vida y la salud, la libertad y la paz, la justicia y la verdad, el trabajo, la concordia y el respeto», afirmó el Papa.
Engañoso concepto de libertad
El calor, a esas horas de la mañana -el reloj de la inmensa cruz de hormigón que cierra la explanada daba las once y media con un repique de campanas que se extendía por todo el monte del Tepeyac-, era intenso, en contraste con la lluvia del sábado por la noche. Pero eso no impedía a los fieles seguir en pie y con toda su atención puesta en las palabras del Papa. Ni siquiera los miembros de seguridad se percatan de la presencia de un periodista en la zona reservada para obispos, pendientes como están de la pantalla que continúa emitiendo el mensaje del Santo Padre: «Sin embargo, esta labor educativa se ve dificultada por un engañoso concepto de libertad, en el que el capricho y los impulsos subjetivos del individuo se exaltan hasta dejar encerrado a cada uno en la prisión del propio yo». Así, recordó que «la verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y por eso debe ejercerse con responsabilidad, optando siempre por el bien verdadero».

Cierto que los mexicanos habían quedado algo entristecidos por la ausencia del Pontífice en el EMF -los médicos desaconsejaron la visita por la altura y la contaminación de la ciudad-, pero respondieron con un caluroso aplauso cuando el Papa aseguró haber «peregrinado espiritualmente hasta ese santuario mariano» para recordar «a las familias numerosas que, viviendo a veces en medio de contrariedades e incomprensiones, dan un ejemplo de generosidad y confianza en Dios», así como a las familias «que sufren la pobreza, la enfermedad, la marginación o la emigración. Y especialmente, a las familias cristianas que son perseguidas a causa de su fe».
El Papa está presente
Cuando Benedicto XVI concluyó diciendo que «el Papa está muy cerca de todos ustedes y les acompaña en su esfuerzo cada día», los aplausos se mezclaron con las lágrimas, y un atronador Se nota, se siente, el Papa está presente recorrió la explanada de punta a punta. Y no le faltaba razón al soniquete popular, pues durante todo el EMF (que ha tenido por lema La familia, formadora en valores humanos y cristianos), Benedicto XVI estuvo representado por el cardenal Tarcisio Bertone, su Secretario de Estado y Legado pontificio para el viaje a México. Él fue quien presidió la Eucaristía, acompañado por los cardenales Ennio Antonelli, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia, y Norberto Rivera, arzobispo de la capital mexicana. En su homilía, Bertone animó a los padres «a ser generosos con los hijos, sin ser permisivos; exigentes, sin ser duros; claros con ellos y no contradecirse; a saber decir Sí o No en el momento oportuno». Y añadió: «Sean coherentes y denles buen ejemplo. Así podrán ayudar a sus hijos a madurar una personalidad capaz de afrontar los retos de la vida. Para la formación de los valores humanos y cristianos se requiere la familia fundada en el matrimonio monógamo y abierto a la vida; se requiere la familia unida y estable». Familias, parecía decir Bertone, como las que abarrotaban la plaza, familias como las que peregrinaron a México, familias como las que siguieron con expectación los actos del EMF en la distancia, o como las que quieren imitar el ejemplo de la Familia de Nazaret. Familias cristianas, en suma, dispuestas a dar testimonio de su fe ante el mundo.
La lluvia del sábado por la noche no permitió emitir el videomensaje que el Papa había grabado para el Encuentro Festivo y Testimonial. Por eso, quince minutos antes de que empezase la misa, las pantallas emitieron el mensaje del Santo Padre que, aunque con retardo, caló hondo entre los asistentes, al afirmar -en un país de tradición política anticatólica- que, «por su función social esencial, la familia tiene derecho a ser reconocida en su propia identidad y a no ser confundida con otras formas de convivencia, así como a contar con la debida protección cultural, jurídica, económica, social, sanitaria y con un apoyo que, teniendo en cuenta el número de hijos y los recursos económicos disponibles, sea suficiente para permitir la libertad de educación y de elección de escuela. Es necesario desarrollar una cultura y una política de la familia».