Benedicto XVI, en Turquía. El Papa sienta las bases del diálogo con el Islam - Alfa y Omega

Benedicto XVI, en Turquía. El Papa sienta las bases del diálogo con el Islam

En la primera parte de su difícil visita a Turquía, el Papa ha abordado la cuestión de la libertad religiosa, que debe fundarse en la libertad de religión. Al cierre de este número de Alfa y Omega, apenas ha comenzado la visita apostólica, de la que informaremos ampliamente en nuestro próximo número

Jesús Colina. Roma
El Santo Padre saluda al Presidente turco, Ahmet Necdet Sezer, en el Palacio Cankaya (Ankara).

Con la atención de todo el mundo islámico concentrada en su visita a Turquía, Benedicto XVI sentó este martes, tras llegar a Ankara, las bases sobre las que, en el futuro, debe avanzar el diálogo entre musulmanes y cristianos. El diálogo interreligioso e intercultural —aseguró— «no puede quedar reducido a un accesorio opcional. Por el contrario, es una necesidad vital, de la que depende en buena parte nuestro futuro».

La bienvenida de Erdogan

Contradiciendo su propio anuncio, recibió al Papa, en el aeropuerto internacional de Esemboga (Ankara), el Primer Ministro, Recep Tayyip Erdogan, fundador, en 2001, del Partido por la Justicia y el Desarrollo (Adalet ve Kalkinma Partisi, AKP), de carácter pro islámico. En una de las salas de ese aeropuerto, se entrevistaron durante unos 20 minutos y, según pudo constatarse, la charla fue distendida. Al inicio de la conversación, Erdogan presentó al Papa la Alianza de Civilizaciones que promueve junto al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y al secretario general de la ONU, Kofi Annan.

La cordialidad manifestada por Erdogan supuso un cambio de estrategia decisivo, después de que, el pasado domingo, constatara el fracaso de las manifestaciones populares de protesta en contra de la visita del Santo Padre. Los partidos fundamentalistas o de extrema derecha habían anunciado un millón de participantes, pero a las calles no salieron más de 15.000 personas.

A continuación, el Papa visitó en Ankara el Mausoleo de Mustafá Kemal Ataturk, el fundador de la Turquía moderna en 1923. Ante sus restos mortales, el Santo Padre depositó una corona de flores y firmó en el Libro de Oro, en el que escribió esta frase: «En esta tierra, punto de encuentro de diferentes religiones y culturas, y puente entre Asia y Europa, hago mías las palabras del fundador de la República Turca para expresar mi deseo: Paz en la Patria, paz en el mundo».

El martes por la tarde, el Papa visitó, en el palacio presidencial, al presidente de la República, Ahmet Necdet Sezer, y después fue recibido por el Viceprimer Ministro, Mehmet Ali Sahin, pues Erdogan había dejado su país para participar en la cumbre de la OTAN en Riga (Letonia).

Los fundamentos del diálogo

El maratón de encuentros continuó con el presidente para los Asuntos Religiosos de Turquía, Ali Bardakoglu, y con otros representantes islámicos, como el gran muftí de Ankara y el de Estambul. El Papa destacó la «creatividad del pueblo turco», y manifestó su aprecio por su «antigua cultura», que a través de los siglos ha experimentado «un extraordinario florecimiento de la civilización islámica en los más variados campos, incluido el de la literatura y el arte, así como en las instituciones».

Citando los sentimientos del beato Juan XXIII, cuando llegó a Turquía como nuncio apostólico siendo el arzobispo Angelo Giuseppe Roncalli, dijo: «Siento que amo al pueblo turco, al que el Señor me ha enviado… Yo amo a los turcos, aprecio las cualidades naturales de este pueblo, que también tiene su papel preparado en el camino de la civilización». Y citando un discurso pronunciado el 29 de noviembre de 1979 en Ankara por el Papa Juan Pablo II, añadió: «Me pregunto si no es urgente, precisamente en estos momentos, en que los cristianos y musulmanes han entrado en un nuevo período de la Historia, reconocer y desarrollar los vínculos espirituales que nos unen, con el objetivo de promover y defender juntos los valores morales, la paz y la libertad».

«Los cristianos y los musulmanes, siguiendo sus respectivas religiones, destacan la verdad del carácter sagrado y de la dignidad de la persona —aseguró Benedicto XVI—. Ésta es la base de nuestro respeto recíproco y estima, ésta es la base para la colaboración al servicio de la paz entre las naciones y pueblos, el deseo más querido por todos los creyentes y por todas las personas de buena voluntad». Y asimismo recordó: «Los cristianos y los musulmanes pertenecen a la familia de quienes creen en el único Dios y, según sus respectivas tradiciones, son descendientes de Abraham. Esta unidad humana y espiritual de nuestros orígenes y de nuestros destinos nos lleva a buscar un itinerario común, desempeñando nuestro papel en esta búsqueda de valores fundamentales, que es la característica de las personas de nuestro tiempo».

Llamados a trabajar juntos

«Como hombres y mujeres de religión —afirmó el Papa—, nos encontramos ante el desafío de la difundida aspiración a la justicia, al desarrollo, a la solidaridad, a la libertad, a la seguridad, a la paz, a la defensa del ambiente y de los recursos de la tierra. Mientras respetamos la legítima autonomía de las realidades temporales, tenemos una contribución específica que ofrecer en la búsqueda de soluciones adaptadas a estas apremiantes cuestiones». En particular, el obispo de Roma alentó a todos los creyentes a «ofrecer una respuesta creíble a la cuestión que surge claramente de la sociedad de hoy, aunque con frecuencia es marginada, es decir, la cuestión que afecta al significado y al desarrollo de la vida para todo individuo y para toda la Humanidad».

«Estamos llamados —recalcó el Santo Padre— a trabajar juntos para ayudar a la sociedad a abrirse a la trascendencia, reconociendo a Dios omnipotente el lugar que le corresponde. La mejor manera para avanzar es el diálogo auténtico entre cristianos y musulmanes, basado en la verdad e inspirado por el sincero deseo de conocernos mejor mutuamente, respetando las diferencias y reconociendo lo que tenemos en común. Esto llevará, al mismo tiempo, a un auténtico respeto por las opciones responsables de cada persona, especialmente las que afectan a los valores fundamentales y a las convicciones religiosas personales».

El Papa, con el Primer Ministro, Tayyip Erdogan, tras su llegada al aeropuerto de Ankara.

Benedicto XVI ilustró su propuesta citando palabras del Papa Gregorio VII, en el año 1076, a un príncipe musulmán de África del Norte, que había demostrado una gran benevolencia a los cristianos sometidos a su jurisdicción. Gregorio VII habló del amor especial con que deben tratarse mutuamente los cristianos y los musulmanes, pues, como escribió el Pontífice medieval, «creemos y confesamos un solo Dios, aunque de manera diferente; cada día le alabamos y veneramos como Creador de los siglos y gobernador de este mundo».

«Que la libertad de religión, garantizada institucionalmente, y efectivamente respetada, tanto a los individuos como a las comunidades, sea para todos los creyentes la condición necesaria para su contribución leal a la edificación de la sociedad, en actitud de auténtico servicio, particularmente a los más vulnerables y pobres», deseó el Papa.

Justicia para alcanzar la paz

El encuentro con el cuerpo diplomático acreditado en Ankara supuso una nueva oportunidad para destacar la importancia del diálogo entre creyentes, destacando, al mismo tiempo, la necesidad de la justicia para la paz en el mundo: «La auténtica paz tiene necesidad de justicia para corregir los desequilibrios económicos y los desórdenes políticos que son siempre factores de tensiones y de amenazas en toda sociedad. El desarrollo reciente del terrorismo y la evolución de ciertos conflictos regionales han puesto de manifiesto la necesidad de respetar las decisiones de las instituciones internacionales y de apoyarlas, dándoles medios eficaces para prevenir los conflictos y para mantener, gracias a fuerzas de interposición, zonas de neutralidad entre beligerantes». No sólo eran palabras de condena de la guerra en Irak, sino, sobre todo, un llamamiento a articular un nuevo orden mundial en el que todos los pueblos puedan sentirse como en su casa.

Un viaje pastoral y ecuménico

Ankara, la capital, ofreció al Papa en su primer día de visita a tierras turcas la oportunidad para superar los malentendidos surgidos a raíz del discurso del Papa del 12 de septiembre en Ratisbona.

La segunda parte de su viaje la ha dedicado, sobre todo, a confirmar en su fe a la pequeñísima comunidad católica, el 0,04 % de la población. En este sentido, la misa que celebró este miércoles en Éfeso, la localidad donde, según la tradición, vivió María junto al apóstol san Juan, ha sido uno de los momentos más entrañables.

Ayer por la tarde, el Papa llegó a Estambul para encontrarse con Su Santidad Bartolomé I, Patriarca ecuménico de Constantinopla, primus inter pares entre las Iglesias ortodoxas, con motivo de la fiesta de San Andrés, hermano del apóstol Pedro, y fundador de esta Iglesia. Este jueves, el Papa participará en la divina liturgia que celebrará el Patriarca en la iglesia patriarcal de San Jorge y, al final, tendrá lugar una declaración conjunta para seguir avanzando hacia la unidad plena entre los cristianos separados por el cisma de inicios del milenio pasado.

Más tarde, el Papa visitará el museo de Santa Sofía y la Mezquita Azul, la más grande y bella de Estambul, como signo de respeto y aprecio a los fieles musulmanes. Después de celebrar mañana, viernes, la misa con la comunidad católica de Estambul, en la catedral del Espíritu Santo, el Papa regresará a Roma, tras una visita blindada y gélida, pero esperanzadora, como la que hizo su precedesor Juan Pablo II en estos mismos días de noviembre de 1979.