Árbitros y demás - Alfa y Omega

Sería un esfuerzo innecesario, por obvio, razonar sobre la intensidad de las emociones que se transmiten a través del fútbol, así como del impacto social que tiene en la sociedad en general y en los jóvenes en particular el comportamiento de todos sus actores, incluso los aficionados. Por este motivo, la construcción de una dimensión ética en el deporte es, en verdad, una tarea de todos, pero con una especial implicación de los intervinientes más directos, como son los propios deportistas y los directivos.

Esta semana el mundo del deporte se ha visto sobresaltado con la noticia de que el entonces vicepresidente del Comité Técnico de los Árbitros, Enríquez Negreira, había recibido, supuestamente, del Fútbol Club Barcelona, entre 2001 y 2018, siete millones de euros por asesoramientos verbales sobre los árbitros. También en clave de suposición, los pagos dejaron de realizarse en el momento en el que se produjo la destitución de Negreira de su cargo.

Es otra obviedad que será la justicia —si todo ello trasciende al foro de los tribunales— la que acabe sentenciando el resultado de esta historia. De momento, los medios se han hecho eco de algunas manifestaciones de directivos del mundo del fútbol tendentes a considerar que esto ocurrió hace mucho tiempo y ya no es sancionable. La trascendencia social que tiene el deporte difícilmente permite hacer admisibles estas declaraciones, que se parapetan solo en la justificación de que los hechos han prescrito y que la aplicación formal de la norma impide adoptar consecuencia jurídica alguna.

Los hechos —prescritos o no— producen en el imaginario de los aficionados y de la sociedad una pérdida de credibilidad en ese ideal modelo de un deporte de valores que destaca por la equidad o el respeto entre rivales. Por eso, sin perjuicio de las decisiones administrativas y judiciales que procedan, resulta necesario adoptar medidas que van más allá de una excusa temporal. El derecho no puede ser el único subterfugio. Es preciso mostrar también una posición proactiva, tendente a revertir esa falta de confianza, y seguir fomentando el buen comportamiento deportivo como modelo para los jóvenes.