De la Eucaristía derivan el sentido profundo de nuestro servicio y la responsabilidad en la construcción de una Iglesia fraterna y esperanzada, así como de una sociedad solidaria y justa. La solidaridad, como recuerda el Papa Francisco, es «más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad (…), es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra, la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales».
Ante esa multitud de hermanos que sufren, debemos mostrar nuestra especial cercanía y afecto hacia quienes claman y esperan una mayor solidaridad. No podemos ser indiferentes:
Ante la muerte violenta de miles de cristianos.
Ante la situación de tantos cristianos y no cristianos que, a pesar de la corrupción y de las dificultades de la vida diaria, actúan con honestidad, trabajan por la justicia y se esfuerzan por atender a las necesidades más inmediatas de los empobrecidos. Hemos de colaborar en la promoción de su desarrollo integral y en la transformación de las estructuras sociales injustas.
Ante los millones de hermanos que siguen sin acceso al trabajo, tienen puestos que no les permiten vivir con dignidad o se ven abocados a la emigración. Pensamos de manera especial en los jóvenes, en los parados de larga duración, en los mayores de 50 años a los que se les cierra el acceso a un puesto de trabajo y en las mujeres víctimas de discriminación laboral y salarial.
Ante quienes no tienen vivienda, o se ven privados de ella por los desahucios.
Nos duele la pobreza y el hambre en el mundo, sobre todo cuando la Humanidad dispone de los medios y recursos necesarios para acabar con ella.
No queremos acostumbrarnos a las historias de sufrimiento y de muerte en nuestras fronteras.
Particular preocupación deben suscitarnos las miles de personas que en nuestra propia tierra son objeto de trata.
La clave para salir de la indiferencia está en entregarse a los demás como lo hace Jesús. Él sigue partiendo su Cuerpo y derramando su Sangre en la Eucaristía, para que nadie pase hambre ni tenga sed.
Obispos de la Comisión episcopal de Pastoral Social
Del Mensaje para el Día de la Caridad