Anibelkis cambió vender en la calle por la universidad
El año 2021 está dedicado a trabajar por la eliminación del trabajo infantil. En el mundo, 152 millones de niños ayudan a llevar dinero a casa. Los salesianos en República Dominicana ofrecen a sus familias un futuro mejor
Anibelkis fue a la universidad y tiene un buen trabajo. Pero su historia podría haber sido muy diferente. Con 9 años, «yo vendía palomitas en La Ciénaga», un barrio de Santo Domingo, la capital de República Dominicana. Si hubiera seguido así, probablemente habría encadenado trabajos de este tipo y sería pobre toda su vida. Todo cambió un día que «estaba vendiendo en la puerta de un colegio y una monja se me acercó». La invitó a conocer un proyecto que los salesianos tenían cerca.
Era uno de los siete centros de día que la Red de Muchachos y Muchachas con Don Bosco tiene en su país. El principal objetivo de estos lugares es ayudar a los niños que tienen que trabajar. Son los canillitas como Anibelkis, que trabajan en la calle limpiando zapatos o vendiendo todo tipo de cosas, como dulces o empanadillas que hacen sus madres en casa. Luego están los chiliperos, que son los que se ofrecen para labores como hacer arreglos en las casas o recogen chatarra. O los buzos, que bucean en la basura. Otros limpian los cristales de los coches en los cruces.
No se sabe con exactitud cuántos niños hacen este tipo de trabajos. Pero, además de ellos, en el país hay otros 360.000 que trabajan en las plantaciones agrícolas o como sirvientes en las casas. En el mundo, son 152 millones los niños que trabajan. El 12 de junio se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, una fecha especialmente importante este curso, porque además estamos en un año dedicado a eliminarlo.
Muchos de estos niños viven solos con su madre y varios hermanos. «La madre tiene que cuidar a los pequeños, así que no puede trabajar», nos explica Marlon Herrera, director ejecutivo de Muchachos con Don Bosco. Por eso son los mayores los que intentan ganar algo de dinero para la familia.
La labor de los salesianos empieza cuando los educadores salen a la calle, a buscar a estos chicos en los sitios donde trabajan. Empiezan a hablar con ellos e intentan hacerse sus amigos. Entonces, los invitan a ellos y a sus padres a alguno de los centros de día. Allí intentan conocer más su realidad: por qué trabajan, si van al colegio, o cuándo dejaron de ir.
«Me gustó el voleibol»
Y les ofrecen ayuda. Por ejemplo, apoyo para que recuperen el nivel que corresponde a su edad y vuelvan a la escuela. Aunque a veces es difícil, porque «hay niños de 12 años que nunca fueron a clase». Al salir del colegio van al centro para actividades educativas y deportivas. Así conocen a otros niños en una situación parecida, que son un buen ejemplo, y ven que hay cosas mejores para ellos que trabajar. Eso le pasó a Anibelkis. Al principio, «prefería vender palomitas y ganar dinero». Pero con el tiempo «me fueron atrayendo cosas como las manualidades y sobre todo el voleibol».
Para que realmente no necesiten trabajar, a veces «ofrecemos a las madres una ayuda pública si el niño asiste a la escuela», cuenta Marlon. También les enseñan a ellas algún oficio que puedan hacer desde casa. Con todo esto, «las familias van viendo que puede haber un futuro mejor». Eso sí, hace falta tener mucha paciencia. «Algunos niños siguen trabajando un poco en su tiempo libre». También reconoce que no siempre tienen éxito. Pero «hay niños de aquí que hoy, ya adultos, son militares, funcionarios o tienen una pequeña empresa».
Muchachos y Muchachas con Don Bosco empezó a trabajar con los niños trabajadores de República Dominicana hace 35 años. Entonces, era común que los niños trabajaran no solo en la calle, sino también como aprendices en algunos sitios, como los talleres de coches, «por un salario muy bajo», explica Marlon Herrera. Se consideraba normal.
Gracias a la Convención Internacional de Derechos del Niño de 1990 y a otros documentos internacionales, el trabajo infantil empezó a estar mal visto. Y las sociedades tomaron medidas. En República Dominicana, por ejemplo, en 1994 se aprobó la primera Ley de Protección de la Niñez. Gracias a cambios como este, aunque el trabajo infantil sigue siendo un problema, ahora hay 100 millones de niños trabajadores menos que en el año 2000.
A causa de la pandemia, Marlon y sus compañeros tienen miedo de que el trabajo infantil vuelva a crecer. «Muchos padres han perdido su trabajo», cuenta. Además, allí todavía tienen clases a distancia, que para los niños son más difíciles de seguir porque no tienen ordenadores. Por eso, puede ocurrir que algunos padres les digan: «Venga, sal a la calle a hacer algo para que podamos comer, o vente conmigo a buscar trabajitos».
Esto sería un paso atrás muy grave. «Trabajar es bueno para los adultos, pero no para los niños». Ellos tienen que ir a la escuela para aprender y formarse. «Y además tienen derecho a la recreación, al juego», porque es muy importante para su desarrollo. Por otro lado, si trabajan en la calle corren el riesgo de sufrir violencia o de empezar a tomar drogas.