Infancia Misionera: la alternativa a que un niño de seis años trabaje por 0,20 euros al día - Alfa y Omega

Infancia Misionera: la alternativa a que un niño de seis años trabaje por 0,20 euros al día

La jornada de este domingo, con el lema Somos familia, hace hincapié en cómo distintas instituciones de la Iglesia son «la única familia» de miles de niños en todo el mundo

María Martínez López

A los 6 años, Sharath comenzó a trabajar en un puesto de té de su aldea de Karnataka, en la India, por 0,20 euros al día y unos cuantos panecillos. Su padre había muerto y su madre estaba enferma y no podía ingresar lo suficiente para sustentar y educar a sus dos hijos. Una visita del personal de la Misión de Trabajo Infantil Don Bosco puso fin a esta dura realidad y dio comienzo a su historia de superación, que Obras Misionales Pontificias presenta para la jornada de Infancia Misionera de este domingo como un ejemplo del lema de este año: Con Jesús a Nazaret. Somos familia. Con él se quiere transmitir cómo distintas instituciones de la Iglesia son «la única familia» de miles de niños en todo el mundo, como subrayó su director nacional, José María Calderón, al presentar la jornada el pasado martes.

En este centro viven en la actualidad 70 niños de entre 9 y 18 años, explica su responsable, el sacerdote Cyril Sagayaraj. De ellos, 20 % han sido rescatados del trabajo infantil: labores agrícolas, pastoreo, hoteles y locales de hostelería, venta ambulante, etc. Otro 20 % o 30 % se dedicaban directamente a la mendicidad. Además, entre un 15 % y un 20 % son huérfanos, hijos de familias desestructuradas o víctimas de distintos grados de abandono, y un 10 % chicos que han abandonado el colegio.

Dos futuros bien diferentes

Además de realizar trabajos no adecuados para su edad, estas situaciones ponen a los niños en riesgo de «ser explotados, adquirir toda suerte de malos hábitos, y sufrir abusos físicos, psicológicos y sexuales por parte de otros congéneres o de los adultos». Algunos incluso «acabarían teniendo conflictos con las autoridades», explica el salesiano.

En cambio, en el centro Don Bosco reciben educación y ayuda para independizarse y ser autónomos cuando estén preparados para ello y tengan las herramientas para cuidar de sí mismos. Además de formación profesional, se les ofrece mediación con su familia si la tienen, asesoramiento psicológico, búsqueda de empleo. «Y les hacemos un seguimiento hasta que se establecen por su cuenta», concluye Sagayaraj.

El sueño de Sharath: ayudar a otros niños

«Cada vez que un huérfano llega al centro, se le remite al Comité de Bienestar Infantil del distrito, que decide sobre su futuro» mientras durante un tiempo determinado se le atiende en la misión. En el caso de que sean ellos los que descubran el caso de algún niño solo, «intentamos rastrear sus orígenes» con la ayuda de asesores y psicólogos. Si se encuentra a algún familiar, se prepara un informe para las autoridades y se facilita su regreso a la familia. Si no, bien el centro o bien el Gobierno se harán cargo de él. También acogen a niños que «están en contacto con sus familias, pero estas no les proporcionan el cuidado y cobijo que necesitan».

El camino no es fácil. Bien lo sabe Sharath. Al principio, se intentó mantener unida a la familia, de la que también formaba parte el hermano mayor, Harish. Primero estuvieron en la misión de los salesianos, y luego en un hogar de las Misioneras de la Caridad de madre Tereas de Calcuta. Desgraciadamente, mientras se buscaba una solución permanente la salud de la madre de los chicos siguió empeorando y acabó falleciendo. Entonces, la misión Don Bosco se transformó en el nuevo hogar del pequeño.

Un tiempo después, el muchacho perdió también a su hermano. Este no podía vivir en el centro, pero en su primera temporada allí le visitaba con cierta frecuencia. Luego acabó abandonándolo, una tercera pérdida que se hizo especialmente dura para el niño. A su corta edad le pesaba especialmente no tener ya a nadie en el mundo. Pero gracias a los cuidados que recibe en el centro Don Bosco, incluida la atención psicológica, poco a poco ha ido saliendo adelante y ahora es un chico de 15 años que estudia con ilusión para, algún día, convertirse en trabajador social.