Ángel Camino: «Francisco tenía una gran confianza en Roberto Prevost» - Alfa y Omega

Ángel Camino: «Francisco tenía una gran confianza en Roberto Prevost»

Menos de 48 horas antes de ser elegido, quien iba a convertirse en Pontífice escribió un mensaje al responsable de la Vicaría VIII de Madrid: «Todo en manos de Dios». Desde entonces, no han dejado de llamarle de medios con «muchísimo interés» por el Santo Padre

María Martínez López
Camino (izquierda) saluda al Papa Francisco en presencia de Prevost durante el Capítulo General de 2013.
Camino (izquierda) saluda al Papa Francisco en presencia de Prevost durante el Capítulo General de 2013. Foto cedida por Ángel Camino.

«Ángel, todo en manos de Dios». Es el último mensaje que le envió Robert Prevost a Ángel Camino, agustino como él y vicario de la Vicaría VIII de Madrid. Era el 6 de mayo a las 23:48 horas, pocas horas antes del comienzo del cónclave. «Estuve hablando con él los días anteriores», sorprendido por su presencia en las quinielas. Por ese mensaje, Camino cree que «intuía que la cosa iba en serio». Hace la misma lectura de las imágenes de Prevost, «totalmente concentrado», durante la Misa pro eligendo Pontifice.

¿Tienen trato desde hace mucho?
—Somos grandes amigos. Le conocí cuando era prior general de los agustinos. Conectamos poderosísimamente porque yo le escribía comentándole los ecos que me producían sus cartas, que eran impresionantes. Él respondía siempre a vuelta de correo. Además, yo le escribía cada martes desde la reunión del Consejo Episcopal de Madrid. Además, lo teníamos todo preparado desde hace tiempo para que viniera a pasar 24 horas aquí. Estuvo a punto, pero nos pedía que dejáramos pasar unos meses. Como estaba con el cardenal José Cobo en el Dicasterio para los Obispos [Prevost como prefecto y Cobo como miembro, N. d. R.], cuando nuestro arzobispo iba a Roma me traía saludos de él. Se tienen un cariño especial y Roberto —en España le llamábamos así— me hablaba muy bien de él.

Desde que se supo de su amistad, no ha dejado de salir usted en televisiones.
—En todas, el trato ha sido magnífico y se ha tocado el tema con gran respeto. Hay muchísimo interés, estoy sorprendido. De hecho, escribí a Roberto diciéndole que no se podía hacer una idea de cómo se estaba cubriendo su elección.

En sus primeras palabras se vio una gran continuidad con Francisco.
—Le podría contar muchas cosas de la gran confianza que tenía el anterior Papa en Prevost. Se conocieron cuando él fue elegido Santo Padre y Roberto estaba terminando como general de los agustinos. El Papa vino a la Misa inaugural del Capítulo General de 2013, algo que no era habitual, creo que por Prevost. En su discurso subrayó unas palabras que le habían gustado mucho de su intervención: que el pastor debe estar pendiente de sus ovejas. Después charló con nosotros dos horas a puerta cerrada. El Papa se fijó en él desde el minuto uno y se dio cuenta de su talla espiritual, humana e intelectual. No me sorprendió que le nombrara prefecto del Dicasterio para los Obispos, el cargo de mayor confianza. Fue en 2023, pero creo que se inclinaba a ello desde antes.

¿Cómo es su espiritualidad?
—Muy encarnada, no espiritualismo barato. Siempre se aferró al Evangelio porque su referente, san Agustín,  tenía en el centro la Palabra de Dios, que era la que lo convirtió. Roberto ha masticado sus obras y las transparenta. Va a transmitir a Dios con una gran naturalidad, sin cosas raras. Y la gente lo va a captar.

¿Encajan ahí esas cartas que tanto le impactaban a usted?
—Me han ayudado mucho desde hace años. Es un hombre que lo que escribía lo había meditado delante de Dios y lo decía con tal convencimiento que subrayaba lo esencial de san Agustín. Me animaba a ser más agustino, a ser más pastor. En su etapa de general vi más la dimensión religiosa, carismática. Amaba muchísimo a la orden. Cuando le nombraron obispo, descubrí más su dimensión de pastor. ¡Menos mal que los que me conocen saben que llevo hablando tan bien de él desde hace años! Si no, pensarían que lo hago ahora porque es el Papa [risas].

¿Qué nos revelan sobre él sus movimientos de estos primeros días?
—Yo le sigo reconociendo. Esa primera decisión de ir a Genazzano es lo que siempre ha hecho en momentos importantes de su vida cuando estaba en Roma. Lo hizo al tomar posesión como prior general y también al nombrarle obispo. No es un clon de Francisco. Va a seguir su línea, pero no hay que perder de vista quién es y que los cardenales lo han elegido a él. Va a ser él mismo; iluminado, indiscutiblemente, por san Agustín. Se le nota mucho que es agustino. En estos inicios está tratando de poner en valor lo esencial. Ha hecho una apuesta por la paz. En ese «¡nunca más la guerra!» es de las pocas veces que le he visto levantar la voz. También ha explicado dos veces por qué ha elegido el nombre de León, porque quiere seguir esa línea de renovación social. Y ha dado una pista de que quiere estar y avanzar con los jóvenes.

Su tono también ha sido muy evangelizador y kerigmático.
—Él lo que quería era retirarse, ser misionero. Cuando dejó de ser general me dijo: «Ángel, por fin me voy a Perú, que es donde voy a estar tranquilamente con mis gentes». ¡Y al cabo de un año le nombran obispo! «De lo que te dije, nada», me escribió. Luego le llamó Francisco para el Dicasterio para los Obispos. Estoy convencido de que nunca lo perdió de vista.