Alabanza a Dios - Alfa y Omega

Alabanza a Dios

Viernes de la 27ª semana del tiempo ordinario / Lucas 11, 15-26

Carlos Pérez Laporta
Los dos endemoniados. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Evangelio: Lucas 11, 15-26

En aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron:

«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».

Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:

«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.

El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.

Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice:

«Volveré a mi casa de donde salí».

Al volver, se la encuentra barrida y arreglada.

Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí.

Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».

Comentario

El versículo anterior al texto seleccionado por la liturgia nos dice que el diablo era mudo. ¿Qué significa que un diablo sea mudo? ¿Acaso hablan los diablos? En cierta manera son todos mudos, porque los ángeles fueron creados para cantar alabanzas a Dios. Satanás decidió cesar en sus alabanzas; enmudeció. Puede que hable, pero es puro parloteo: no dice nada y a la nada llevan sus mudas palabras. El que no alaba a Dios, el que no habla para la alabanza divina, para buscar y decir la verdad, no dice nada, nada aporta al mundo, y no cumple la función de la palabra.

En ese sentido todos los que conjeturan contra Jesús nadean con su cháchara inútil. Están en contra de Dios todos los que no alaban a Dios en cada palabra, porque expanden la apariencia de nihilidad que pretende expandir el diablo. Con palabras absurdas ensombrecen “el dedo de Dios” en un mundo, que parece volverse superficial. Cada palabra, incluso las más cotidianas, las que parezcan no poder tener hondura, tienen que estar cargadas de alabanza y agradecimiento a Dios. Porque todo lo que sucede en nuestra vida, también lo cotidiano, está llamado a ser una alabanza a Dios. Todos los que no están con Él desparraman.