El bien de los que amamos - Alfa y Omega

El bien de los que amamos

Miércoles de la 27ª semana del tiempo ordinario / Mateo 7, 7-11

Carlos Pérez Laporta
Foto: Cathopic.

Evangelio: Mateo 7, 7-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!».

Comentario

Casi hiere tanto a nuestra sensibilidad que diga Jesús que somos malos, que no sabemos amar a los nuestros, como que diga que todo lo que pidamos nos será dado. Pero en el fondo, esa herida que se abre en nosotros por las palabras de Cristo permite que nos movamos de lo que pensábamos que sabíamos.

Por un lado, en general nos conformamos con lo que somos capaces de amar a los nuestros. Sí, reconocemos algunos errores, ciertas incapacidades y límites, pero nunca nos atreveríamos a reconocer que somos malos. Sin embargo, la afirmación de Jesús nos sitúa en otro plano, en el de bien absoluto, el del bien divino: en realidad sabemos muy bien que por cosas buenas que podamos aportar a los nuestros, nunca alcanzamos a darles su verdadero bien; porque ni nosotros somos su bien, ni está en nuestra mano hacer el verdadero bien. Porque solo Dios es el bien de aquellos a los que amamos, y solo Dios puede satisfacer su corazón.

En ese sentido, a lo sumo nuestros actos quieren ser pobres signos del verdadero amor: nos daremos con un canto en los dientes si a través de nuestra pobre amabilidad encuentran al que es la Bondad. Por eso mismo, sabemos que cuando hemos pedido no hemos pedido casi nunca el bien; es decir, casi nunca hemos pedido a Dios mismo, que es el único Bien de nuestra vida, que pueda hacer buenas todas las cosas que nos sucedan.