Ahmad no quiere volver a Alepo
El Servicio Jesuita a Refugiados trabaja para que 2.500 niños sirios que viven en el Líbano se integren educativamente, a pesar de todos los obstáculos. Estos niños han sido algunos de los protagonistas de la campaña Cuatro palabras para abrir el mundo, puesta en marcha por Entreculturas
No hace mucho, la madre de Ahmad comentó que pronto podrían volver a casa, a Alepo, en Siria. Para su sorpresa, Ahmad –nombre ficticio– se echó a llorar y a decir que no quería regresar. La mayoría de los sirios adultos refugiados en el Líbano sueñan con volver a su país o dar el salto a Europa o América. Pero el pequeño, a punto de cumplir 6 años, se había adaptado ya a su nueva vida y al colegio de Baourj Hammoud, que el Servicio Jesuita a Refugiados tiene cerca de Beirut.
Su profesor, Hanna Khoury, también refugiado, explica a Alfa y Omega que «además de lo que han pasado en la guerra, los niños ahora viven con su familia y más gente en casas pequeñas, o en una sola habitación». Los padres han agotado sus ahorros, y los problemas económicos unidos a todo lo demás hacen que surjan tensiones. «Es mucha presión para los hijos. En el colegio, intentamos crear un espacio seguro en el que puedan expresarse, gritar, llorar… y soñar. Al empezar la semana les pregunto qué han hecho, qué han comido. Otras, “¿por qué estás triste?”. Se trata de que saquen lo que llevan dentro».
Por eso, para Khoury es todo un triunfo que, ahora, los dibujos de los niños se centren en el presente, en su vida en el colegio… Son los dibujos que este maestro trajo el 19 de junio a Madrid para entregárselos a los niños del colegio Divino Corazón. A cambio, se llevó otros realizados por los estudiantes de este centro de las Misioneras de la Doctrina Cristiana. «No tengo palabras para expresar lo que sintieron mis alumnos –reconoce Khoury, de vuelta en el Líbano–. Les alegró mucho sentir que alguien en otra punta del planeta conoce sus preocupaciones y reza por ellos. Querían conocer a esos niños en persona. Les ha servido para seguir aprendiendo lo que significa el amor».
Acogida contradictoria
El centro de Baourj Hammoud es uno de los cinco que el Servicio Jesuita a Refugiados tiene en el Líbano, y en los que atiende a 2.500 niños. En este en concreto, hay 200 alumnos de 5 y 6 años a los que se prepara para empezar a acudir a colegios públicos, y otros tantos que reciben apoyo escolar. Cuando comenzó la oleada de refugiados –explica el director del proyecto, Fadi Daou–, «las escuelas públicas no podían recibir a todos» los niños, por la cantidad y por proceder de sistemas educativos distintos. Por eso, el Gobierno abrió turnos de tarde en los colegios. Había otro motivo: «Incluso los niños que salen preparados de nuestras guarderías van a los turnos de tarde, porque cuando coincidían con los libaneses en clase, estos solían pegarles».
Muchas veces, no hacían más que reflejar el rechazo de sus padres hacia los refugiados sirios. «No es raro ver a un libanés golpeando o insultando a algún sirio por la calle», reconoce Daou. Este pequeño país, con una población de cuatro millones de habitantes, ha acogido a un millón de refugiados registrados –y al menos a otro medio millón sin registrar–, cuando al comienzo de la crisis ya tenía un desempleo del 20 %. A esto se suman «las heridas que todavía quedan abiertas después de más de 20 años de control sirio, que duró hasta 2004». Esto hace que la situación social sea delicada, pero –subraya Daou– da más valor al esfuerzo del Gobierno libanés por acoger a los refugiados. Y es una motivación más para que el SJR apueste por la integración educativa, ya que la social parece más difícil de alcanzar a corto plazo.
Los alumnos de 4º de Primaria del colegio Divino Corazón «se sienten muy afortunados de tener un dibujo de un niño de otra parte del planeta, y además de un país en guerra», explica Cristina Vallejo, directora de Primaria. En los dibujos de respuesta que ellos han enviado, «hay muchas bolas del mundo, niños de diferentes razas, y mensajes como “estamos con vosotros” o “todos somos iguales”, que una compañera marroquí les enseñó a escribir en árabe. Ha sido una experiencia muy rica».
Más allá del gesto, los educadores valoran el trabajo más amplio que se ha hecho con estos alumnos gracias a la campaña de Entreculturas Cuatro palabras para abrir el mundo (acoger, proteger, promover e integrar). Esta iniciativa de sensibilización sobre la situación de los refugiados viene acompañada de unidades didácticas que se han enviado ya a 800 colegios y se pueden descargar en la web de la campaña, 4wordstoopentheworld.org.
«Nuestro colegio está en un barrio muy multicultural –explica Vallejo–, y muchos alumnos han tenido que dejar su país. Pero queríamos que todos los niños supieran qué es ser refugiado, por qué el Papa habla de estas cuatro palabras, y lo importante que es integrar al que viene de fuera, como esa compañera que acaba de llegar de la República Dominicana y que queremos que se sienta en casa».
Veda Krüger Ruiz, técnica de educación no formal de Entreculturas, explica que, en el marco de la campaña, «nos pareció que el intercambio de cartas sería muy enriquecedor. Ha sido un primer paso que ha abierto la posibilidad de establecer un proceso de intercambio más a largo plazo, como nos pedían los propios niños».