Acoger, promover y reconocer - Alfa y Omega

El último fin de semana de septiembre hemos celebrado a nivel mundial la 109 Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, este año con el lema Libres para elegir si migrar o quedarse.

Desde mi punto de vista, esta será siempre una decisión condicionada sobre todo por las más de 17 guerras y conflictos políticos que hay en el mundo, los desastres naturales, el sistema económico voraz que despoja a unos y concentra riqueza en manos de pocas personas, provocando una violencia estructural que hace aumentar cada día, en muchas personas y familias, la urgencia de huir y buscar unas condiciones mínimas para sobrevivir en otro país o continente.

Este contexto no lo perdemos de vista, sobre todo porque en la celebración de la Jornada del Migrante y del Refugiado a nivel mundial la Iglesia visibiliza de distintas formas en las que acompaña, acoge, protege y promueve a las personas en situación de migración en los diferentes procesos que esta realidad conlleva.

Aquí, en España, entre las diversas actividades que se realizan para acompañar esta realidad de manera holística están la integración, promoción y reconocimiento de las personas en las sociedades y parroquias de acogida. En el marco de la jornada mundial, la Iglesia intensifica la visibilización y la concienciación de todo lo que las personas migrantes portan y aportan allí donde llegan. Llevan consigo cultura, música, arte, baile y espiritualidad. Una de las formas en las que todo esto se expresa es a través de la Eucaristía y de las fiestas interculturales, dos de las actividades comunes en diversas diócesis. Así, desde un signo profético, se trasciende la mirada con la que en diversas ocasiones solemos reducir a las personas migrantes a la categoría de pobres, para involucrarnos en la esperanza, la alegría y la vida que generan a los pueblos e iglesias que las acogen e integran.

Qué importante es seguir abriendo las puertas y el corazón para incorporarlos, sin el celo o el miedo de que vengan a invadir la parroquia y a quitar los puestos. Es importante desinstalarnos y posibilitar la incorporación a la vida parroquial, pastoral y comunitaria, intentando hacer vida lo que el Papa Francisco nos propone en Querida Amazonia: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir. Buscando la mejor forma que el poliedro humano brille sin opacar nada ni a nadie.