Iglesia en Nigeria. «A pesar del peligro crecen las vocaciones» - Alfa y Omega

Iglesia en Nigeria. «A pesar del peligro crecen las vocaciones»

La violencia contra la Iglesia da alas a la entrega de los jóvenes, asegura la responsable de ACN para Nigeria, país al que dedica su campaña de Navidad. El martirio de un benedictino es prueba de ello

María Martínez López
Seminaristas de Bare, donde en 2020 cuatro compañeros fueron secuestrados
Seminaristas de Bare, donde en 2020 cuatro compañeros fueron secuestrados. Foto: ACN.

El 17 de octubre de madrugada, nueve hombres irrumpieron con AK-47 en el monasterio benedictino de la Anunciación en Eruku (Nigeria central). Se llevaron a tres novicios: Godwin, Peter y Anthony. El hermano Joseph Ekesiobi, portavoz del monasterio, cree que eran bandidos fulani. «Siempre ha habido pastores» de esta etnia, musulmanes, en los alrededores. Solían invadir sus tierras con sus animales, pero «no eran extremadamente violentos» como estos. Por ello, aunque descarta que fueran de Boko Haram —presente en el norte— el ataque «no fue solo por los recursos», señala a Alfa y Omega. En la zona son frecuentes los atentados contra cristianos, «bien planeados y ejecutados».

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«Los cazadores de la aldea hicieron una batida por el bosque» buscando a los novicios. Aunque la vida contemplativa en Nigeria es «relativamente joven» —desde 1970— y puede extrañar que unos religiosos no hagan pastoral y se dediquen solo a la oración y el trabajo, se habían ganado el cariño de los vecinos, que los visitan para rezar y pedir consejo o ayuda material. Pero la búsqueda de los aldeanos fue inútil. Los captores de los novicios los obligaron a caminar descalzos durante dos días a base de palizas. El día 18 por la noche, al ver que Godwin tenía un pie herido, le pegaron un tiro. Uno de los últimos gestos que Peter recuerda de él, declaró a ACI Prensa, es «el amor en sus ojos» cuando, horas antes, sus captores aflojaron sus ataduras para que acercara unas galletas a la boca de sus compañeros. También los animaba, por señas, a rezar. «Era una persona generosa y de oración», recuerda Ekesiobi.

El suplicio de los supervivientes se prolongó tres días más. Sus captores exigían 175.000 euros. Pero «la Iglesia no permite los rescates y el monasterio no pagó un centavo», asegura su portavoz. Finalmente, fueron liberados el 21 de octubre. Pasaron varios días en el hospital y ahora «reciben tratamiento para recuperarse de esta experiencia tan traumática» de la mano de un sacerdote local. Al principio, los 24 monjes «nos fuimos a un monasterio al este del país por seguridad y para reponernos del shock». Regresaron a Eruku para el funeral de Godwin, el 22 de noviembre. Pasan el día en el monasterio, pero duermen en otro edificio «hasta que consigamos fondos para una verja».

Los benedictinos cultivando arroz
Los benedictinos cultivando arroz. Foto: Benedictinos Euruku.

Las medidas de seguridad son una de las partidas para las que la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada pide apoyo con su campaña de Navidad a favor de Nigeria, con el lema Iglesia mártir, Iglesia viva. Trata de responder al aumento de necesidades por la creciente violencia. Kinga von Schierstaedt, responsable de proyectos para el país, explica que les solicitan ayuda para «reconstruir estructuras destruidas», atender a los desplazados y para la pastoral. «También nos llena de alegría» que de las zonas más difíciles reclamen fondos «para formar a seminaristas. A pesar del peligro crecen las vocaciones». Ekesiobi ratifica que el ataque a su monasterio «ha inflamado nuestro celo por dar testimonio de Cristo hasta derramar la sangre». En medio de la violencia, los contemplativos están llamados a «orar sin cesar para que Dios intervenga» y a transmitir que «el futuro es brillante porque Él está con nosotros».

Recuperación tras la violencia

La superviviente
Janada, joven de 22 años de Borno (noreste del país), ha sufrido cuatro ataques de Boko Haram. Con 13 y recién operada de apendicitis, la retuvieron en el bosque con su madre y su hermana. Fue año y medio de «maltrato por no convertirnos al islam». Escapó la víspera de su boda. Dos años después «intentaron obligar a mi padre a violarme». Al negarse «le cortaron la cabeza y me la pusieron entre las manos». En 2020, sufrió doce días de secuestro y tortura. Tras escapar llegaron las pesadillas. Recibió ayuda del director del Centro de Atención al Trauma de Maiduguri: «Ya no veía esas imágenes, no tenía tanto miedo y podía comer y salir». Las pesadillas se volvieron sueños de ir a la universidad. El sacerdote se la pagó y en octubre acabó sus estudios. «Mi fe se ha fortalecido. He aprendido que Dios nunca me ha abandonado». Incluso «rezo por mis agresores».

El sanador
En el Centro de Atención al Trauma de Maiduguri «no podemos asumir a más de 500 víctimas a la vez, aunque recibimos más solicitudes», explica su director, el padre Joseph Fidelis. «Seleccionamos a los que lo necesitan con más urgencia». Gracias a ACN ofrecen terapia de grupo y apoyo psicosocial gratis. El tratamiento individual se reserva a «los casos más críticos». Al sufrir violencia «la gente se siente desvalida, desconectada de sus valores y de Dios. Les cuesta entender el porqué de todo y pierden la esperanza» e incluso la fe. «No les hablamos de perdón y del amor de Dios; sería meter el dedo en la llaga». Con acompañamiento para aprender a gestionar el estrés postraumático y encontrar sentido a lo vivido, «van tomando conciencia de cómo Dios los ha ayudado». Llegan a la aceptación y, «bastantes», al perdón. Los sacerdotes afectados «llevan una carga extra» al afrontar su propio dolor y el de su gente.

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