La obra Hilvanando cielos, escrita y dirigida por Paco Zarzoso, transcurre en el descuidado jardín de una casa de campo que sirve como refugio a una familia ante un inminente fin del mundo a causa de la caída de un meteorito. Este esquemático argumento sirve para exponer las conflictivas relaciones entre los miembros de la familia —padre, madre, hija, abuelo—, a las que se suma una vecina.
La obra es eminentemente simbólica, y gira en torno a ese refugio del que no se sale en toda la representación. El mensaje es que la humanidad está asustada, amilanada, tan falta de coraje que se encierra en sí misma incapaz afrontar lo real. Así lo expresa el abuelo, personaje loco-lúcido que dice la verdad: «¿Por qué me atemorizáis? Ratas humanas ocultas tras la maleza. Ya no valen los seguros, ni los huevos bajos en colesterol. Meteorito, llegaste para democratizar el espanto. Es necesario devolver a la rosa su olor».
Igualmente son simbólicos los personajes: el hecho de que el padre y el abuelo sean actores. El abuelo, de teatro clásico, en el que los parlamentos son grandilocuentes y hondos. Y en ese tono se expresa. El padre, un actor de televisión con éxito, que en la vida real repite las mismas frases aduladoras a unos u otros sin creérselas. La madre, una arquitecto embarcada en un proyecto que nunca se realizará. La vecina, que ha renunciado a la maternidad para viajar con un marido que ahora tendrá un hijo con otra. La hija, una adolescente ciertamente desorientada.
El simbolismo, el planteamiento metafórico, es uno de los peores defectos de la pieza, no tanto porque no resulta clara la clave de interpretación, que a veces también, sino porque los símbolos y metáforas son flojos, sosos, manidos. Tampoco la trama dramáticamente está bien desarrollada, sino que aburre al quedar reducida después del planteamiento a una sucesión de impactos que incluso hace difícil detectar el final de la obra. No hay ningún «hilván» que unifique unos parlamentos que, a pesar de crearse expectativas con el clima misterioso que pretende darse a la obra, no dicen nada interesante. Eso es lo grave: crear unas expectativas en el público que quedan totalmente defraudadas.
En definitiva, Zarzoso ha convertido su obra no en un espectáculo teatral, sino en el altavoz de un manifiesto bastante pobre en todos los sentidos, incluso literariamente.
★★☆☆☆
Calle de Valencia nº 1
Lavapiés, Embajadores
OBRA FINALIZADA