«No hay lugar para la hipocresía» - Alfa y Omega

«No hay lugar para la hipocresía»

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: EFE / Miguel Ángel Molina.

De sobra conocido es el drama de los miles de inmigrantes y refugiados que cada día llegan a Europa en busca de una vida mejor. «Pero mucha menos gente conoce las historias de generosidad y acogida que acompañan al fenómeno migratorio de los últimos tiempos. Después de la urgencia de la bienvenida, la Iglesia católica es la que está en primera línea en el trabajo de integración de estos miles de migrantes» que llegan al viejo continente. Así arranca el comunicado final de la reunión de los obispos y delegados responsables de la pastoral de migraciones de toda Europa, reunidos en Madrid el lunes y martes de esta semana y preocupados por el trabajo de integración que se está realizando con los recién llegados. Este encuentro tiene lugar tan solo dos días después del inicio de la construcción de un muro antinmigrantes en Calais, frontera entre Reino Unido y Francia, y cinco días antes del referéndum húngaro que preguntará a la población si quiere acoger refugiados en sus fronteras.

El miedo de la población local al diferente y el apoyo de los gobiernos a esta oleada de rechazo es uno de los grandes obstáculos que encuentra la Iglesia en su cruzada por fomentar la integración. «Las paredes, antes de ser realidades físicas son también las paredes que se elevan en los corazones humanos. La ignorancia y el miedo son, de hecho, los primeros obstáculos que superar», declararon los prelados en su comunicado conjunto después de escuchar las experiencias y visiones de cada uno de los presentes, no siempre compartidas por todos. «Aquí estamos reunidos representantes de países muy diversos. La Europa del Este no tiene nada que ver con la del Sur o la del Norte. Dentro del continente hay países ricos y pobres…, así que intentamos ver lo que podemos poner en común y aprender unos de otros», asegura a este semanario monseñor Duarte Da Cunha, secretario general del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) . «Toda la Iglesia –añade– no está en la misma onda. Tenemos experiencias diferentes y por tanto opiniones diferentes, pero estamos unidos en la preocupación por las condiciones de acogida y de integración de los migrantes en nuestros respectivos países. Tiene que primar la caridad sobre la ideología».

Es necesario trabajar en común

Es evidente que un obispo portugués no se encuentra en la misma onda que un prelado en Hungría. Según el índice internacional Mipex 2015 (que engloba a todos los países de la Unión Europea más Australia, Canadá, Islandia, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Turquía, Noruega y EE. UU.), los países con mejor índice de integración son Portugal y Suecia. Pero en el Este y en los Balcanes la Iglesia se encuentra con gobiernos y opiniones públicas muy hostiles a la llegada de emigrantes, y debe matizar sus mensajes.

Por eso es necesario, más que nunca, trabajar en común. «En estos momentos no hay lugar para la hipocresía y todos estamos llamados a cooperar. Nadie puede lavarse las manos en Europa. Tanto los gobiernos nacionales como las autoridades europeas y las comunidades religiosas estamos involucrados de una u otra manera». Lo afirmó el cardenal Josip Bozanic, arzobispo de Zagreb (Croacia), y vicepresidente de CCEE hasta 2011, durante su intervención en el encuentro. «Hay que ser realistas –continuó–, y ser conscientes de que no todos los países europeos pueden garantizar la igualdad de trato para los que llegan. Hay grandes disparidades, tanto económicas como de ideología». El papel de la Iglesia –añadió– es el de «difundir una cultura de apertura y solidaridad en el mundo, y dar testimonio de la comunión a través de acciones de colaboración y coordinación entre las estructuras y asociaciones eclesiales, además de la promoción de una cultura del encuentro donde primen el diálogo y la caridad».

La parroquia como paradigma

Para los obispos europeos, «el verdadero reto de la integración pasa por un trabajo educativo de toda la sociedad», afirman en el texto final. Solo así «desterramos los temores injustificados, a menudo apoyados por los estereotipos y clichés que siempre alimentan los sentimientos xenófobos en Europa». Lo corrobora el cardenal Antonio María Veglió, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, que no pudo estar presente en la jornada pero envió un mensaje a los participantes. «El miedo puede provenir de la ignorancia, de no saber cómo comportarse en presencia de la diversidad».

Pero el cardenal va más allá: «Los migrantes también son susceptibles a este miedo a la sociedad dominante, a menudo preocupados por si sus hijos perderán los valores de la tierra a al que pertenecen o si van a cambiar su cultura para adaptarse a los valores de consumo de la sociedad» que los acoge. El cambio, añade Veglió, «es inevitable. El encuentro de las culturas debe provocar la adaptación mutua y dar lugar a discernir las fortalezas y deficiencias de cada cultura a la luz del Evangelio. Integrar abarca tanto dar como recibir».

La Iglesia tiene un lugar especialmente adecuado para contribuir a desterrar los malos sentimientos, que se extienden como la pólvora entre la población, y crear una verdadera cultura de acogida. Ese lugar es la parroquia, «un espacio privilegiado donde volver a descubrir el valor de la hospitalidad», añaden los obispos. Jorge Nuño, secretario general de Cáritas Europa, pone como ejemplo en conversación con Alfa y Omega un proyecto de padrinazgo de la Cáritas alemana. «Hay varias familias de acogida que apadrinan a un refugiado. Quedan los domingos para comer, van al cine juntos o salen a hacer footing al parque. El objetivo es que se encuentren, que compartan, que hablen, que se conozcan, que intercambien sus modos de vida, su cultura. El gran reto de este proyecto no es solo ese apadrinamiento, sino que esta familia de acogida se lo cuente a sus vecinos, que normalicen la figura de los refugiados, que les digan que son normales, que no hay nada que temer». Esto, recalca Nuño, «solo puede hacerlo la Iglesia a través de las parroquias. Es ahí donde se gestan los grandes valores de hospitalidad y caridad».

Compartiendo mesa y experiencias con inmigrantes

Los obispos y delegados responsables de migraciones de la Iglesia católica en Europa visitaron el lunes la Casa San Ignacio, un centro vinculado a la ONG jesuita Pueblos Unidos situado en el barrio madrileño de La Ventilla. Allí compartieron la cena con 20 refugiados e inmigrantes para conocer de primera mano sus experiencias. La cena fue servida por el restaurante africano El Mandela, uno de los proyectos de inserción de la ONG, que tiene su local en el centro de Madrid (www.elmandela.es).

«Ha sido un momento de compartir experiencias, de conocerse unos a otros, de escucharnos y de saber cómo es la vida del otro. Y esto, por ambos lados», explica Alberto Ares, delegado social de los jesuitas en España. «Pudieron hablar de la situación de cada uno, poniendo el rostro y la carne a los temas que se han hablado estos días durante el encuentro de responsables de Migraciones. Pero también de temas cotidianos, y nos reímos juntos. Nos hemos dado cuenta de que en realidad tenemos muchas cosas en común, más de lo que creemos, y que nuestras historias de vida tienen puntos comunes».