«Gracias por cuidarme las espaldas»
Francisco celebra los 65 años de la ordenación de Benedicto XVI, a quien agradece que siga «sirviendo a la Iglesia» por medio de la oración
Por primera vez en la historia la presentación de un libro reunió el martes a dos Papas. Se trata de un volumen de una editorial española, la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), cuyo director, Carlos Granados, ha recopilado textos de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI sobre el sacerdocio en un volumen que abre una colección sobre el pensamiento del ahora Papa emérito.
El acto sirvió de homenaje a Benedicto XVI en el 65º aniversario de su ordenación sacerdotal, celebrada en la solemnidad de san Pedro y san Pablo de 1951 en la catedral de Frisingia. Pablo VI le nombró en 1977 arzobispo de Múnich y poco después le creó cardenal. Juan Pablo II, a quien sucedería en 2005, le llamó a Roma en 1981 para ponerle al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El homenaje del martes en la sala Clementina dejó ver a un Ratzinger envejecido (en abril cumplió 89 años) y con la voz algo ronca, pero que mantiene intacta la lucidez. Lo demostró al improvisar unas palabras de agradecimiento y en el intercambio de saludos (y de algunas bromas) con Francisco y los cardenales y obispos presentes, responsables de dicasterios romanos más unos pocos invitados, entre ellos el cardenal Rouco, arzobispo emérito de Madrid.
El Papa tuvo gestos y palabras cariñosas para su predecesor, a quien agradeció que siga «sirviendo a la Iglesia» y no deje de «contribuir verdaderamente con vigor y sabiduría a su crecimiento» desde su retiro de oración en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. De ese lugar –dijo– «brota una tranquilidad, una paz, una fuerza, una confianza, una madurez, una fe, una entrega y una fidelidad que me hacen mucho bien y me dan mucha fuerza a mí y a toda la Iglesia. Y me permito añadir que también de usted viene un sano y alegre sentido del humor».
El acto vino precedido de una polémica de corto recorrido en torno a unas palabras del prefecto de la Casa Pontificia y secretario personal de Benedicto XVI, monseñor Gänswein, interpretadas como que la renuncia de Ratzinger modificó la naturaleza del papado, al inaugurar un ministerio petrino compartido, uno activo y otro contemplativo. Preguntado sobre el tema en el avión a su regreso de Armenia, Francisco destacó la cercanía a su predecesor, a quien «muchas veces» ha ido a ver o ha llamado por teléfono, y a quien considera «el abuelo sabio y el hombre que me cuida las espaldas y los hombros con su oración».
«Escuché –añadió Francisco–, pero no sé si es verdad, quizá son habladurías, pero iría bien con su carácter, que algunos fueron a verlo para lamentarse por “este nuevo Papa”, y él los echó, con el mejor estilo bávaro, educado, pero los echó. Se non è vero, è ben trovato [refrán italiano: si no es cierto, es verosímil]. Este hombre es así: un hombre de palabra, recto, y es el Papa emérito». Si hace 70 años no existían siquiera los obispos eméritos, Benedicto abrió la puerta de los Papas eméritos «con coraje y con oración, y también con ciencia y con teología», respondiendo a la contradicción que plantea hoy «el alargamiento de la vida» frente a las exigencias del ministerio. «Y creo que esto es bueno para la Iglesia. Pero hay un solo Papa. Quizás, como los obispos eméritos, podrá haber más, dos o tres, pero son eméritos».