Si olvida su sentido, la Navidad puede ser un campo de minas - Alfa y Omega

Si olvida su sentido, la Navidad puede ser un campo de minas

Urge un cambio de cultura para celebrar de forma más austera. No solo por motivos de salud, también por el estilo de Belén

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Cena de Navidad con los amigos del colegio. Y de los scouts o el grupo de la parroquia. Y de la universidad. Y del trabajo actual y de otro antiguo. Y Nochebuena, Navidad, Nochevieja y Año Nuevo con la familia el que la tenga. A priori, cada unas de estas ocasiones para celebrar parecen algo eminentemente positivo. Y deberían serlo. Pero si no están centradas en el nacimiento de Jesús o, en el más aséptico de los casos en esta sociedad secularizada en la que vivimos, en el fortalecimiento de los lazos familiares, pueden ser un detonante para quien arrastre un problema anterior de adicciones.

Las copas por todas partes, las consabidas presiones para beber aunque se exprese una primera o segunda negativa, los atracones y un sistema de gratificación inmediata regado de compras y loterías puede hacer retroceder a la casilla de salida—o aún más profundo— a quienes luchan por reconstruir un círculo virtuoso. Si ya es harto difícil en la vida ordinaria, en Navidad más.

En nuestro país, los trastornos de la conducta alimentaria matan cada año a 10.200 personas. Y el número de personas que sufren alcoholismo y otras adicciones con o sin sustancias es más difícil de determinar, pero Cáritas, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y otras entidades civiles y religiosas trabajan con todas ellas.

Al margen de pedir recursos y denunciar, por ejemplo, el bombardeo publicitario de apuestas y ruletas en la televisión e internet cuando llega la noche, una solución nuclear a esta lacra implica algo más que sanar a los heridos de manera reactiva. Es también necesario un cambio de cultura en quienes, a primera vista, no sufrimos adicciones o no son tan visibles. Por dos motivos. El primero, porque podemos ser sin saberlo un agente de corrupción para quien una bebida es mil veces más dañina que para nosotros. Y el segundo, porque no celebramos al dios Baco del Vino ni al Plutón de la riqueza, sino a aquel que se encarnó en un portal.