Para vivir con mayor intensidad el encuentro con Dios
La Delegación de Liturgia sirve al pueblo de Dios para ayudarle a orar comunitariamente, sobre todo en celebraciones presididas por el obispo
Desde que se consagró la catedral de la Almudena en 1993, ha sido el centro de atracción de cualquier peregrinación diocesana. Lo experimentamos en el gran Jubileo del año 2000, lo revivimos en el Jubileo de la Misericordia de 2015 y lo estamos celebrando con gran intensidad en este 2025, año lleno de celebraciones programadas y de otras que se presentan de modo inevitable. La Almudena se presenta como el lugar donde, casi espontáneamente, acuden los madrileños cada vez que se plantea una necesidad comunitaria de orar.
Un ejemplo reciente fue el día del fallecimiento del Papa Francisco, el 21 de abril. Desde que sobre las diez de la mañana de aquel lunes las campanas tocaron a difunto, muchas personas comenzaron a acudir a rezar por él. Sin estar previsto, era evidente que la diócesis debía poner en marcha y facilitar cuanto antes un acto para poder recoger ese deseo de canalizar comunitariamente esa voluntad de dar gracias a Dios por su vida, al tiempo que se pedía por su eterno descanso y se abría un periodo nuevo en la Iglesia. En esa rápida y urgente decisión entran en juego varios departamentos del Arzobispado. Y, como estábamos hablando de oración comunitaria con carácter público, debía entrar en escena la liturgia.
Una Delegación de Liturgia se ofrece ante todo como una misión de servicio al pueblo de Dios que peregrina en una Iglesia particular para responder al deseo de orar juntos, especialmente en aquellas celebraciones presididas por el obispo diocesano; pero ayudando también a las distintas comunidades a orientar la necesidad de celebrar la fe. Sabemos que ordinariamente la celebración tiene lugar en el domingo, día del Señor. Sin embargo, a lo largo del año existen multitud de ocasiones ordinarias o extraordinarias, como la citada preparación en pocas horas de una Misa por el Papa, que exigen rapidez, coordinación y un equipo de personas dispuestas a colaborar.
Ciertamente, no todos los actos litúrgicos diocesanos se plantean como una urgencia; pero en el momento en el que se prevé una asistencia de fieles numerosa, muchas personas han de implicarse en la preparación. De hecho, un dato fundamental de esta delegación es que nunca puede trabajar de modo solitario: se precisa contar con equipos de otras delegaciones y departamentos, especialmente las de Actos Institucionales y de Medios.
El Concilio Vaticano II pide que las Misas presididas por el arzobispo se desarrollen de modo adecuado y ejemplar para la vida diocesana, y que en ellas se manifieste el «pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección del obispo» (Sacrosanctum Concilium 26), posibilitando que cada uno desempeñe el ministerio que le corresponde. Por eso es necesario que nuestra delegación cuide varios aspectos, entre ellos concretar con el arzobispo los elementos —formularios, lecturas, cantos u otros elementos variables— que la integrarán. También debe coordinar los ministerios y servicios que deben intervenir —diáconos, equipo de ceremonieros, acólitos, lectores, monitores, coro, organista, músicos, servicio de orden—, a menudo en contacto con la Delegación de Actos Institucionales. Se ha de buscar encajar la celebración con las propuestas concretas que pueden plantear el resto de delegaciones u organismos organizadores de la celebración (Delegación de Jóvenes, de Familia, etc.). Por último, conviene informar a la de Medios sobre los aspectos más destacados de los actos litúrgicos de mayor relieve —textos litúrgicos, guiones, intervinientes— para dar la difusión y el eco que ellos estimen conveniente.
En definitiva, una celebración cuidada en todos sus aspectos permite que los fieles que en ella participan puedan vivir con mayor intensidad el encuentro con Dios y con los hermanos, orando juntos y manifestándose como Iglesia, asamblea santa.